miércoles, 30 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 170 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


La diosa lo hace porque ha visto como el pueblo Panche ha sufrido sin tener donde vivir fijamente.

Las hadas, los duendes y los magos ocuparemos solamente las tierras del Líbano que será un lugar mágico en Columbus. Desde allí se darán órdenes y decretos a los hombres para que mejoren su conducta y sus relaciones con los otros, con la naturaleza y con el universo. Si quieren, desde ya pueden irse a esas tierras para que la trabajen, la hagan fecunda y formen una nación hacendosa, aguerrida y única. Ibagué será su jefe allá, y nombrará caciques menores para las tierras del norte donde no podrá estar seguidamente. Y mientras ustedes se desplazan con sus familias, sus corotos, sus mulas y su oro a las tierras bajas, nosotros iremos al Líbano donde nos reuniremos para hacerle ofrendas a los dioses y para agradecerles sus favores.

Entonces sepan que el Líbano será el lugar donde habitan los dioses. Será el centro del poder. Cuando quieran hablar con nosotros deben invocarnos donde quiera que estén, o ir directamente allá, donde sus solicitudes serán escuchadas. Cacique Ibagué. Ustéd ya conoce las tierras donde vivirán, de modo que no tarde en entregar el cacicazgo de aquí al cacique Cajamarca, y viaje inmediatamente a las tierras que le han sido señaladas.

Esto era lo que teníamos que decirles. Aquí se quedarán solamente los Putimaes, tribu gobernada por el cacique Cajamarca y por su esposa Millaray. Así la nación Pijao se irá extendiendo mas cada dia porque los dioses quieren que eso pase. Por eso nos ayudan".

Entonces la tribu empezó la algarabía, sin prestar atención a nada mas. El mago Huenuman viendo que ya nadie lo escuchaba, se bajó del tronco diciéndole a Ibagué "Es bueno cacique Ibagué, que empiecen a bajar a las tierras templadas, que no quedan muy lejos. La meseta en la que vivirán está en el centro de Columbus y se convertirá en cruce de caminos de muchas tribus. Al llegar allá deberán hacer un rito agradeciéndole a los dioses por haberles concedido esas tierras. Además los Panches que quieran vivir en las extensiones cercanas al Líbano pueden hacerlo, pero antes usted cacique Ibagué, nombrará servidores que le sean fieles para que le informen como les va en esas regiones" terminó diciendo Huenuman que observaba como muchos Panches alistaban las mulas cargándolas con los corotos que llevarían, con bultos de oro y piedras preciosas que les aumentaban cada día, por el trabajo que hacían en los rios y en las minas. "Gracias mago Huenuman y gracias a ustéd Mohán y a ustéd bella Madremonte. Este regalo lo llevaremos en la memoria. Quedará en la historia para que las generaciones no olviden sus nombres ni las cosas buenas que hacen"


lunes, 28 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 169 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Como a las diez de la mañana, aparecieron Ibagué, Yexalen y el taita Amuillán entre las chozas, ordenando las cosas que iban a hacer para terminar de atender a Madremonte, Mohán, Huenuman y a los jóvenes Cajamarca y Millaray.

Salía humo de las cocinas metiéndose por entre los palos y los techos, elevándose oscuro al espacio donde era acosado por el viento que se lo llevaba hasta la montaña cercana donde finalmente se hacía invisible. Muchos niños lloraban. Las mamás los regañaban cogiéndolos bruscamente de los brazos, llevándoselos junto a los fogones donde les daban de comer, acostándolos en esteras y cobijas junto al fuego de las hornillas. Así se quedaban callados dejando a las mujeres tranquilas haciendo el almuerzo. Los hombres habían traido animales del monte que alistaban para asarlos en largas varas encima de fogatas que habían prendido para hacer carbón.

Cajamarca y Millaray aparecieron a un lado de la maloca porque su rancho quedaba cerca de ahí. La joven estaba linda. Se había puesto su corona de oro, sus collares, pulseras y aretes y estaba cobijada con una ruana de colores que la mantenía tibia. Tenía la cara pintada con rayitas y manchitas artísticas. Cajamarca también tenía una ruana larga. se pintó la cara poniéndose una balaca de oro, llevando en la mano una lanza también de oro. Casi al mismo tiempo y por el otro lado de la grande construcción, la gente vió venir a Mohán, a Madremonte y al mago Huenuman que conversaban haciendo gestos, señalando las tierras del sur.

Mohán estaba grande y peludo, con ojos intensos de fuego. Se había puesto un guayuco largo de piel de gacela y tenía una ruana larga hecha con lana de ovejo.

Madremonte iba vestida con hojas de árboles de distinta clase y también con musgo, que le daba calor. Iba descalza y estaba hermosa.

Huenuman tenía su ruana de colores abrigándolo. Llevaba la vara del poder que nunca dejaba, porque ahí radicaba su magia.

Al verse se acercaron saludándose, mientras Ibagué y Yexalen llegaban a paso largo uniéndose al grupo "Buenos dias a todos" decían entre muchas palabras perdidas en el aire. Y la tribu los rodeó en un instante, esperando nuevas noticias. Entonces el mago Huenuman viendo que era el momento de hablar, buscó un tronco en el que se encaramó de un salto diciendo "Pueblo de los Panches, desde ayer hemos esperado el momento oportuno para decirles que los magos, los duendes y las Hadas, que viven mas abajo de las propiedades del cacique Cajamarca, y también en el Líbano y sus alrededores, han acordado darles éstas tierras porque la diosa Tulima así lo ha ordenado. La diosa lo hace porque ha visto como el pueblo Panche ha sufrido sin tener donde vivir fijamente.

viernes, 25 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 168 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


La danza se hizo ligera. La musica corría entre el viento y la noche. Nadie quería irse porque la visita de los jóvenes Cajamarca y Millaray, de los magos y el hada Madremonte, hacían aquel momento importante. Además Ibagué había ordenado a la tribu que los acompañaran hasta que el homenaje terminara, de modo que las horas pasaron rápidas hasta que el cansancio y el sueño fueron apareciendo. Así, muchos se fueron a las chozas buscando el descanso hasta que Yexalen se paró estirándose "Bueno ya es hora de irnos a descansar porque mañana escucharemos buenas noticias de boca de Mohán, de Madremonte y del mago Huenuman. Parece que tendremos extensos y ricos territorios en los que los Panches viviremos". "Como?" preguntó Cajamarca sintiendo que un corrientazo le recorría el cuerpo al pensar que Ibagué pudiera irse, y el no pudiera seguir acompañando a Millaray en la búsqueda de la niña Luz de Sol. "No sea tan curioso joven cacique. Solo le podemos decir, que al fin los Panches tendremos tierras propias donde viviremos. Los magos, los duendes y las hadas nos donarán las tierras en las que ellos han vivido, porque quieren irse para el Líbano, que será la tierra de éstas criaturas de ahora en adelante" decía Ibagué sosteniéndose en la lanza "Vamos a descansar, mañana Mohán nos dará la noticia completa".
Entonces se pusieron todos de pie entre murmullos, buscando las chozas.
Las estrellas cerraban y abrían los ojos porque también querían descansar.
en menos de media hora el pueblo quedó en silencio, turbado solo por los animales nocturnos que gritaban o chirriaban, o cantaban despertando a otros en sus nidos o en sus madrigueras. La luna estaba opaca.
Pronto amaneció pero la gente no quiso levantarse temprano. Esperarían a que los visitantes lo hicieran, para reunirse con ellos y escucharles lo que iban a decir de los territorios que las hadas, los duendes y los magos les darían a los Panches para que vivieran en tierras propias y dejaran de ser los vagabundos de Columbus, señalados malamente por las tribus.
Las luces del dia se extendieron encima de las montañas como alfombras relucientes. Por entre las nubes se metían rayos de colores bajando con fuerza inusual, calentando la tierra que en éstos dias había estado muy mojada.
Como a las diez de la mañana aparecieron Ibagué, Yexalen y el taita Amuillán entre las chozas, ordenando las cosas que iban a hacer para terminar de atender a Madremonte, Mohán, Huenuman y los jóvenes Cajamarca y Millaray

miércoles, 23 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 167 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Venir a verte es un honor bella princesa, porque con el tiempo serás diosa de los dioses y por eso quiero ser un íntimo amigo tuyo antes de que eso pase".
Entonces Yexalen y el cacique Ibagué, invitaron a todos a sentarse en las bancas, en los troncos y en el suelo, porque las adolescentes y también los muchachos del pueblo iban a danzar para ofrecer u homenaje a los visitantes. De modo que mientras los bailarines llegaban, estuvieron un ratico solos, mirados por la tribu, que estaba por fuera y por dentro alrededor de la maloca. "viva la princesa Millaray" gritó de pronto alguno, animado por la chicha que ya corría entre todos como agua. "Que viva, que viva" gritaban contentos. "Que viva Mohán, que viva Madremonte, que viva Huenuman y el joven Cajamarca" gritaba otro entre una enorme algarabía. "Que vivan, que vivan, que vivan todos" y el ambiente se calentaba hasta que llegó una larga fila de muchachas y muchachos adolescentes desnudos y bellamente pintados, adornados además con pulseras, tobilleras, collares, diademas, aretes, narigueras, todo de oro y esmeraldas. Llevaban cada uno su antorcha, no muy grande, y una vara larga traída del monte que usarían en la danza y que habían pulido pacientemente con cuchillos de piedra.
A un lado de la maloca y cerca a los visitantes se habían instalado los músicos que estaban preparados para empezar a interpretar las danzas.
Una india madura de ojos brillantes y enorme sensualidad, con un diminuto guayuco de piel de oveja, salió de entre la multitud con una antorcha, encendiendo tres fogatas alistadas no muy lejos de los visitantes. Las encendió pronto con hojas y ramitas dejando que las llamas se elevaran, mientras los musicos empezaban a tocar los tambores, las flautas, las maracas, las charrascas y los cuernos, con ritmos nostálgicos al comienzo y que fueron alegrándose mientras los adolescentes bailaban alrededor de las fogatas contorsionando sus cuerpos y elevando los brazos, y las voces en cantos de pájaros y otros sonidos. Solo quedó la música y la danza en todo el caserío. La algarabía se acabó repentinamente porque la tribu quería mirar a los jovencitos y escucharles las canciones, cosa que solo se hacía en ocasiones de importancia.
Fue anocheciendo. Por entre los palos y guaduas de la maloca se metía el viento frio, casi helado, que hacía a muchos cobijarse con las ruanas. Tomaban chicha para calentarse y para estar alegres y en contacto con el todo.
La danza se hizo ligera. La música corría entre el viento y la noche. Nadie quería irse porque la visita de los jóvenes Cajamarca y Millaray, de los magos y el hada Madremonte, hacían aquel momento importante.

lunes, 21 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 166 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Estimado Mohán, cada vez que lo vemos hay buenas noticias. Lo mismo me alegra ver a su amiga Madremonte y al sabio Huenuman. Gracias por estar aquí" y se saludó con ellos en largos abrazos. "Diosa Madremonte, tengo que decirle que la extraño mucho cuando estoy en apuros. En esos momentos pienso que ustéd debería ayudarme" le dijo Cajamarca retirándose para verla mejor. "Cuando quiera, joven cacique, llámeme. Haga una sola invocación a mi nombre y estaré a su lado sin demora". "Gracias diosa. Cuando tenga una dificultad de la que no pueda salir, pediré su ayuda" terminó diciendo Cajamarca, y haciéndose a un lado saludó a Huenuman "Con solo verlo, gran mago, se siente uno protegido por su poder". Pero Huenuman no decía nada. Solo sonreía , escuchando y mirando con sus ojos profundos. Tenía el largo cabello amarrado con una fibra de cabuya. La cara pintada con rayitas de colores y manchas bien puestas, y se protegía del frio con una ruana larga de colores. Llevaba además alpargatas de fibras de maguey y en la mano tenía una vara no muy larga de oro, con un diamante incrustado en la punta, y que era el símbolo de su poder.
El tunjo salió de la ruana que Millaray había dejado encima de las tablas, para saludar a sus amigos elevándose en el aire, y cuando estuvo a tres metros encima de ellos, dijo haciendo volteretas "Eso me gusta, hadas y magos. Nosotros como jefes de las cosas que pasan en la naturaleza, debemos ser los primeros en cumplir las citas que hacemos. Me gusta volver a verlos". Y sin decir mas, bajó a la mesa metiéndose en la ruana, mientras Millaray se acercaba a Madremonte dándole un beso en la mejilla "Estás muy linda, diosa. Con razón Mohán no se despega de ti. Gracias por haber venido" terminó diciéndole, mientras Madremonte la tenía en sus brazos mirándola curiosa "Mas bella estás tu, princesa, y con el futuro tan lindo que te espera, debes mantenerte siempre joven y linda. Yo te ayudaré a que eso pase. Le ordenaré al universo que ponga en ti, toda la gracia". "Gracias diosa. Es el mejor regalo que puedes darme" le dijo Millaray volteando la cabeza y acercándose al mago Huenuman que estaba resplandeciente, porque de su cuerpo salían luces de colores como un arco iris intenso, iluminando la maloca mágicamente "Este dia es de los que no pueden olvidarse, gran mago. Estar en su compañía es estar cerca de las estrellas" le dijo Millaray inclinando la cabeza que el mago cogió suavemente, besando la frente de la joven. "Venir a verte es un honor, bella princesa, porque con el tiempo serás diosa de los dioses y por eso quiero ser un íntimo amigo tuyo antes de que eso pase".

viernes, 18 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 165 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Mi gran cacique, gracias por ser el compañero de mi hija. si no fuera por ti, Millaray estaría sola y triste. Se les nota la vida y las luchas que han tenido".
"Que es lo que traes ahí?" le preguntó la reina Yexalen a Millaray levantando la ruana y viendo al Tunjo sonriéndole y picándole un ojo. "Es el compañero que todo lo ve, y todo lo sabe. Nos hará ricos en poco tiempo porque sus cagadas son de oro" respondió Millaray buscando el joto donde había guardado las deyecciones del bebé. "Mire Yexalen todo el oro que el Tunjo ha cagado en éstos dias. Y nos han dicho que es el oro mas fino que se puede encontrar". "Verdad? Espere miro. Uyyyyy, esto es increíble, son piezas de oro de enorme finura" contestó Yexalen levantando otra vez la ruana para ver al bebé "Donde encontraron este niño?" le preguntó a su amiga. "En un bosque en el pueblo de los Combeimas. Nos suplicó que lo recogiéramos y lo protegiéramos, y el a cambio nos haría muy ricos" explicó Millaray poniendo las manos encima de la ruana, tocando al bebé. "Es verdaderamente increíble" contestó Yexalen buscando a Cajamarca para saludarlo. "Princesa Millaray, no se acuerda de mi?" le dijo de pronto el taita Amuillán acercándosele, mientras Cajamarca se saludaba con Yexalen. "Taita Amuillan, eres otro padre para mi. Estando tu en el pueblo, se conserva la paz, la disciplina y el conocimiento". "Hola taita amuillan como está de fresco y conservado" le dijo Cajamarca abrazándolo también. Luego miraron a otras partes, donde estaban las sacerdotisas y los brujos, saludándose con gestos, entrando finalmente a la maloca, seguidos por la tribu que la princesa y su antiguo cacique habían saludado alargando la mirada y levantando los brazos.
La alegría de volver a su pueblo, y una sorpresa que les tenían, se confundieron en los jóvenes al ver que en la maloca, sentados en troncos estaban la diosa Madremonte, el sacerdote Mohán y el mago Huenuman esperándolos.
"Yo sabía que vendrían pronto" dijo Mohán levantándose para saludarlos. "El tunjo nos ha servido de contacto. Sabemos que el les ordenó que vinieran porque algo importante va a pasar aquí" terminó diciendo el hombre, besando en la frente a la princesa y abrazando a Cajamarca que le dijo "Estimado Mohán, cada vez que lo vemos hay buenas noticias. Lo mismo me alegra ver a su amiga Madremonte y al sabio Huenuman. Gracias por estar aquí" y se saludó con ellos en largos abrazos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE (La desconocida y fantástica historia del pueblo pijao)


EL PAIS DE LA NIEVE 164 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Nos vamos cóndor. Volveremos a Cajamarca porque el Tunjo dice que habrá algo importante allá" le explicó la princesa tocándole algunas plumas cerca a las rodillas. "Si es así, ya estoy listo. Me siento bien, de modo que súbanse y nos vamos"
Cajamarca y Millaray se acercaron al cacique y al brujo "Gracias cacique Tibaima por habernos acompañado y por habernos servido tan bien. Gracias a ustéd gran brujo porque sus tabacos mágicos nos guiaron acertadamente. Gracias también por los tabacos que nos ha regalado, los llevaremos como un tesoro y los usaremos en los momentos importantes" le dijo Millaray tocándole un brazo, mientras Cajamarca decía "Otro día volveremos, No olvidaremos su amistad". "Que tengan buen viaje y que las estrellas los acompañen y los guien. Gracias hijos de los dioses por habernos visitado". "Hasta luego cacique, hasta luego gran brujo" dijo el cóndor bajando el ala de la que se agarraron la princesa y el joven subiendo a las espaldas del pájaro, donde se acomodaron prontamente. El ave dijo "Adioooooooooosss" a la gente, que los miraba. Batió las alas con enorme fuerza, elevándose entre el humo de las cocinas mientras Millaray y Cajamarca se despedían del pueblo moviendo las manos y gritando "Adios Coyaimas, no los olvidaremos".
El buitre se elevó dirigiéndose a Cajamarca donde encontraría clima fresco que le ayudaría a curar sus heridas. Fueron dos horas de viaje por encima de enormes montañas que se elevaban como gigantes al cielo. El aire se iba haciendo frio, hasta que al rato vieron muy lejos, las cumbres cubiertas de nieve, y mas acá un pueblo que saltaba y gritaba alegre al ver que el cóndor regresaba con la princesa Millaray y con el joven Cajamarca en sus costillas.
Pisaron tierra entre la multitud que los esperaba. Allí estaban Ibagué, Yexalen, el taita Amuillán, los brujos y sacerdotisas que en un momento se habían preparado, reuniéndose para recibirlos.
"Una enorme alegría nos acompaña viéndolos otra vez" dijo Ibagué acercándose a su hija Millaray y a Cajamarca que en ese momento se descolgaban por el ala del cóndor "Padre tenía ganas de volver a verlo. Aunque no crea, me hace falta su presencia" le dijo Millaray abrazándolo y besándolo en la frente. "Linda princesa. Me siento felíz de que hayas vuelto" le dijo Yexalen quitándosela a Ibagué que ahora saludaba a Cajamarca "Mi gran cacique, mi gran aventurero, gracias por ser el compañero de mi hija. Si no fuera por ti, Millaray estaría sola y triste. Se les nota la vida y las luchas que han tenido" . . .

lunes, 14 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 163 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



El pájaro estaba quieto dejándose tocar por centenares de manos que iban de un sitio a otro palpándolo y levantándole las plumas para mirarle las quemaduras.
Al poco rato llegó el curandero con un tarro de guadua lleno de pomada de hierbas, y una vasija de barro con un líquido verde, zumo de otras hierbas.
Puso todo en el suelo buscando las quemaduras, ayudado por muchos. Le aplicaron en la piel el zumo que dejaban secar, para luego aplicarle la pomada. El cóndor se dejaba porque comprendía el afán de la tribu, y porque debía ponerse bien para seguir viajando.
El Tunjo había comido mucho mientras todos estiraban las manos a la bandeja. Cuando estuvo lleno, volvió a meterse entre la ruana, diciendo "Descansemos un rato porque tenemos que ir a las propiedades de nuestro amigo Cajamarca. Va a pasar algo importante con los Panches, y el cacique Ibagué nos está esperando". "Como?" preguntó Millaray adormilada. "Durmamos un rato porque tenemos que ir a Cajamarca" repitió el Tunjo. "Como ordene, bebé" respondió el muchacho buscando una hamaca en la que se acostó rápidamente cerrando los ojos, dispuesto a descansar. Millaray hizo lo mismo. El cacique Tibaima y el brujo buscaron sus hamacas tendiéndose a dormir también, mientras la tribu hacía silencio para no interrumpirles su tranquilidad. La mayoría de hombres se fueron a trabajar, a pescar, a tejer, a esculpir la piedra, a sacar oro y piedras preciosas de las minas y del rio, o a fabricar instrumentos musicales mientras las mujeres también tejían y hacían de comer en los amplios fogones de sus cocinas, y los niños corrían jugando entre ellos con piedritas, hojas, cortezas, y también con los perros o las ovejas y los cerdos que andaban por las cocinas y las chozas.
Seguramente los viajeros estaban muy cansados porque se despertaron tarde, como a las dos, cuando el sol alumbraba con toda su potencia. "Tenemos que irnos. Tenemos que irnos ya" gritó el Tunjo sacando la cabeza de la ruana. Y entonces se despertaron, bajándose de las hamacas, diciendo "Muchas gracias cacique Tibaima y muchas gracias gran brujo por lo que han hecho por nosotros. El Tunjo, que todo lo sabe, dice que debemos irnos a Cajamarca y tenemos que obedecerle" explicó el joven cogiendo una mano del bebé que lo miraba con ojos afanados. "Si es así, respetamos su decisión, hijos de los dioses. El pájaro de las estrellas se curará pronto con los remedios que se le han hecho, y el vuelo le ayudará a sanarse".
Entonces salieron de la maloca, caminando hasta donde estaba el cóndor, que al verlos se puso de pie estrujando las alas. Se veía que los remedios del curandero le habían servido.
"Nos vamos cóndor. Volveremos a Cajamarca porque el Tunjo dice que habrá algo importante allá" le explicó la princesa tocándole las plumas. "Si es así, ya estoy listo. Me siento bien. De modo que súbanse y nos vamos".









viernes, 11 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 162 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Así se fueron en dirección al pueblo de los Coyaimas para llevar al cacique Tibaima y al brujo. Tenían muchas ganas de descansar.
Ese viaje lo hizo el cóndor en poco tiempo. El ardor tan quemante lo ponía febril y atormentado, dándole potencia inesperada usada en un vuelo veloz que ni Millaray ni Cajamarca le habían conocido nunca.
De pronto escucharon a lo lejos muchas voces como trompetas "Llegaron, por fin llegaron" gritaban los indios Coyaimas que se habían levantado y que hacían el desayuno preparándose para el trabajo del dia. Miraban al buitre bajando lento, desplegando las alas como paracaidas, hasta tocar el suelo suavemente. Los viajeros se descolgaron inmediatamente por un ala, rodeados por la tribu que ya se había levantado toda, oyendo los gritos de las mujeres y los ruidos de los hombres madrugadores.
"Tenemos que descansar un rato mientras encargamos al curandero y a algunos indios que le hagan tratamientos al cóndor" dijo Tibaima caminando entre el pueblo, seguido por el brujo, por Millaray y Cajamarca que se sentían cansados y soñolientos. Tenían hambre también. Entraron a la maloca, donde destaparon una paila de madera llena de pescados asados, yuca cocinada, carne de vaca y carne de animales del monte, mazorcas de maíz y frutas. "Comamos, yo creo que todos tenemos hambre" dijo, mientras las manos se extendían afanadas cogiendo la comida. "Gran brujo, ahora llame al curandero para que le haga remedios al pájaro de las estrellas". "Como ordene, gran cacique" respondió, saliendo y gritando "Curandero, curandero venga un momento". Y al instante un indio joven, musculoso, desnudo y pintado fuertemente con varios colores, se vino corriendo desde una choza alejada, llegando a donde estaba el brujo. "Nuestro gran cacique Tibaima ordena que le haga curaciones al pájaro de las estrellas, porque le han quemado las plumas y también la carne" dijo el brujo sin dejar de masticar un pedazo de carne que acompañaba con yuca y ají. "Como diga, gran brujo" respondió el indio que salió corriendo a buscar los remedios para el buitre.
La tribu estaba afanada viendo al enorme pájaro tan chamuscado "Que le pasaría" comentaban rodeándolo. "De pronto hubo algún incendio en el bosque y tuvieron que pasar por ahí" decían. "Se le quemaron muchas plumas pero el curandero lo aliviará" y se acercaban oliéndolo y metiéndose debajo de el. El pájaro estaba quieto dejándose tocar por centenares de manos que iban de un sitio a otro palpándolo y levantándole las plumas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 161 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Voy a liberar a éstas mujeres, del Sombrerón. Haré que regresen a sus tribus. Dejaré a ese amigo del demonio y a los perros, convertidos en estatuas de piedra por siempre jamás". Y salió volando y cantando en medio de la guerra, acercándose a los oidos del hombre y de los perros para que le escucharan su canto. Fue difícil que lo oyeran pero finalmente lo logró, dejando a los perros paralizados, lo mismo que al Sombrerón, hecho una estatua de piedra hasta el día de hoy.
Finalizando de aquel modo la batalla que ahora se silenciaba porque las mujeres se habían ido, revolviéndose confundidas entre ellas, al ver que el Sombrerón estaba paralizado, se miraron asombradas e incrédulas "Que le ha pasado al Sombrerón?". "Y que le ha pasado a los perros? parecen de piedra" comentaban yendo de aquí para allá y regresando en un desorden pasmoso. "Aprovechemos y nos volamos a nuestros pueblos" gritaban contentas. "Regresemos a nuestras tribus. Llevémonos las mulas con el oro y las piedras preciosas" se aconsejaban señalando el caserío, moviéndose nerviosas "Si, eso haremos ya". Y sin pensar se lanzaron a los caminos y a los potreros donde estaban las mulas comiendo yerba y durmiendo. Y arriándolas las llevaron al caserío donde las amarraron de los postes que sostenían las chozas, y de los tallos de los árboles cercanos. Entraron al enorme rancho donde vivía el Sombrerón, sacando el oro y las riquezas sin dejar absolutamente nada, subiéndolo a las mulas en bultos hechos rápidamente. Los sujetaron con lazos de maguey a los costados de los animales que después de haberlos soltado, echaron a andar apresurados, oliendo el aire nuevo y tranquilo. Y las mujeres, asustadas pero contentas, se armaron de palos, rejos y garrotes, yéndose desnudas y liberadas a los caminos polvorientos, buscando sus tribus que no habían olvidado y adonde deseaban volver cada dia, porque ahí habían nacido y ahí tenían a sus familias y a sus amigos.
"Ahora si, vámonos de aquí" gritó el cóndor herido, chamuscado y asfixiado por la pelea que lo había puesto en su nivel mas salvaje. Brincaba desesperado buscando la frescura del viento que le calmara las quemaduras hechas por los perros. "Si, vámonos ya" gritó Cajamarca parándose en las espaldas del ave. Había estado mudo pero dispuesto a cualquier cosa. Ninguno de los viajeros había pensado que esto fuera a suceder.
Cóndor, de repente levantó el vuelo, irritado, pero con empuje, metiéndose en las nubes que le daban el rocío, fresco para sus quemaduras. Además el viento lo tranquilizaba. Se empezaba a reflejar la luz de la mañana en el perfil de las montañas del frente. Ya la luna se había descolgado perezosa al otro lado.
Así se fueron en dirección al pueblo de los Coyaimas, para llevar al cacique Tibaima y al brujo. Tenían muchas ganas de descansar.

domingo, 6 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 160 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


No entendían lo que pasaba, pero de alguna manera defendían el lugar donde vivían.
De repente un hombre alto, negro, de mirada incandescente y risa infernal, vestido de negro, llegaba, llevando un látigo que hacía restallar en el aire con maestría insuperable. Tenía un enorme sombrero que lo tapaba como un paraguas. Venía montado en un caballo musculoso, acezante, que echaba espuma por la boca, mientras con la cola creaba iris de fuego en el movimiento. Era también de color negro y parecía volar porque saltaba fácilmente, elevándose, evitando cualquier obstáculo que tuviera al frente "Fuera de aquí, malditos. Aquí no se acerca nadie sin mi permiso. Que han venido a hacer a mis propiedades?" rugió el hombre con voz de trueno, imponiéndose al griterío y a la algarabía a la vez que estallaba el látigo.
El cóndor se había enfurecido realmente, graznando airado "Gggggrrrr, gggggrrrr" tumbando a decenas de mujeres con sus alas, mientras muchas huían escondiéndose detrás de las piedras, de las rocas, de los tallos y de los troncos, mirando la escena que nunca olvidarían.
El buitre había logrado agarrar a un perro con las zarpas, y volando bajo, y acercándose a las rocas lo golpeaba contra ellas haciéndole crujir los huesos que se le partían saliéndosele de la piel, pero la bestia se ensoberbecía mas y mas, mostrando sus dientes sangrantes con la espuma que le salía de la barriga y del corazón, y arrojándole candela al buitre que sentía como se le quemaban muchas plumas y se le inflamaba la piel. El perro, que finalmente había quedado en el suelo, saltaba aullando agonizante, queriendo destrozar las patas del ave, que para el eran el mayor peligro en esa batalla.
Millaray, Cajamarca, el cacique Tibaima y el brujo, tenían dificultad para sostenerse en las espaldas del buitre, pero se agarraron fuerte de las grandes plumas, evitando caer. Sostenían tambien al Tunjo que ahora disfrutaba de la batalla. Para el era una fiesta. Y reía imparable moviendo sus cortos brazos, levantándolos gozoso.
Entonces el pájaro de mil colores, que observaba las cosas con calma volando en círculos, pensó "Voy a liberar a éstas mujeres del Sombrerón. Haré que regresen a sus tribus. Dejaré a ese amigo del demonio y a los perros, convertidos en estatuas de piedra por siempre jamás"

jueves, 3 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 159 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Dicen que tiene alrededor de docientas jóvenes indígenas que viven en el cerro a donde vamos, y que no pueden quitárselas porque hace pactos con satanás que lo protege, y porque dos perros negros que trajo del infierno, lo acompañan y lo defienden de cualquier ataque.
"Entonces como hacemos para acercarnos?" preguntó la joven, temerosa. "Espere miro en el humo lo que debemos hacer" respondió el brujo chupando el tabaco. "No hay necesidad de nada raro" dijo el pájaro de mil colores saliendo de entre la ruana en la que estaba durmiendo el tunjo. "Vamos allá, y si hay algo extraño, embrujo todo con mi canto" dijo el pájaro revoloteando sobre ellos. "Verdad Rayo de Luna, ustéd nos protegerá?" preguntó incrédula pero felíz, Millaray. "Claro, es que se te ha olvidado que estoy contigo para protegerte de los peligros y para ayudarte en la búsqueda de la niña Luz de sol?". "Es cierto. Por eso fue que te buscamos tanto. Para que seas nuestro talismán. Lo que pasa es que estoy cansada por tantas cosas que hemos tenido que hacer, y me pongo mal" respondió la joven alargando la mano para que el pájaro se parara allí.
En siete minutos llegaron al cerro envuelto en la penumbra. Cóndor lo rodeó tres veces, volando cuidadoso, mirando donde podía bajar sin peligro. Todo estaba quieto y dormido. Parecía un cerro abandonado. El ave finalmente se dejó caer en la base oriental de la montaña, que era un sitio abierto y despejado por si acaso tuvieran que maniobrar rápidamente en caso de algo imprevisto.
Precisamente en el momento que pisaron tierra, dos perros enormes, negros y feroces ladraron furiosos, saliendo de sus camas sin vacilación. Vinieron decididos y fieros, corriendo veloces entre la maleza, los árboles, los troncos y las rocas. Realmente eran perros del infierno, como les había contado el brujo, porque de sus ojos saltaban chispas de fuego cayendo al suelo haciendo incendios en las ramas y las hojas. De sus jetas y sus culos salía candela que se elevaba en el aire como antorchas voladoras apagándose muy alto en las nubes. El cóndor pensó "No sentiré temor, no huiré" y se abalanzó vertiginoso sobre las bestias para capturarlas con sus garras y su pico, y dominarlas.
La confusión fue desconcertante "Vámonos de aquí inmediatamente" gritó Millaray temblorosa, pero el ave no la escuchaba porque había empezado una batalla infernal, carnicera, y era casi imposible sacarlo de aquella guerra en la que se había metido casi sin darse cuenta.
Entonces las mujeres, que vivían en alguna parte de ese cerro, salieron de sus chozas, corriendo y gritando desgreñadas y desnudas, algunas con antorchas encendidas, acercándose al sitio de la batalla con palos y piedras que lanzaban al pájaro y a los visitantes, queriendo matarlos a la loca. No entendían lo que pasaba pero de alguna manera defendían el lugar donde vivían.
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