

Se los quitó doblándolos, sintiéndoles la suavidad mientras el elefante pateaba el hielo con su mano derecha.
Calarcá, el gran guerrero estaba serio y observador junto a su amigo Ibagué que muy juicioso le recibía los regalos a Tulima acomodándolos en el costal puesto en las ancas de su caballo Cuminao. Vió a Yexalen dichosa al lado de la diosa, y como ya estaba cansado de pie, saltó a su caballo y se quedó ahí mientras miraba a los Pijaos hablar, reir, emborracharse, adorar, gritar, silbar . . .
Los Natagaimas, vecinos de los Coyaimas eran expertos en la fabricación de tabacos de todos los tamaños y sabores. Por eso eran tan amigos del mago mohán, gran fumador y mujeriego al que seguidamente le enviaban bultos de tabacos de buena calidad. En este momento debía estar en el país del cacique Cajamarca con la princesa Millaray, con el cóndor de los Andes que los llevó desde el nevado hasta allá, y con su amiga Madremonte que casi nunca lo dejaba solo.
Como los Natagaimas sabían que la diosa Tulima no fumaba y que sería de mal gusto regalarle tabacos, le obsequiaron un anillo de oro con un diamante esmerilado. Era un anillo delicado que la diosa se puso en su dedo anular diciendo: "Cualquier mujer se enloquecería con un anillo así, gracias indios Natagaimas"
El sol estaba alto y nadie sentía frio en la montaña blanca. Tampoco sentían hambre, Eso era lo de menos.
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