Se quedaron callados.
Era difícil percibir el paisaje pero el cóndor siguió volando entre nubes espesas, frias que penetraban a los viajeros empapándolos con la brisa. Resistirían hasta Cajamrca, allá descansarían. De modo que el cóndor siguió veloz buscando esas tierras donde soñaría con su princesa.
Mientras tanto Ibagué, Yexalen y los Panches bajaban por los caminos hundiéndose en el barro, rasguñándose con las ramas, confundiéndose con las mulas y aguantando el frio de los bosques. No se detendrían "Eeeiiijjaaa, eeeiijjaaa, eeeiijjaaa. Adelante mulaaaass, no paren que ya descansaráaaann" gritaba alguno. "Uuuiijjaaa, uuiijjaaa, tenemos que afanarle" gritaba otro. "Yo quiero llegar a Cajamarcaaaaa" decían en otro grito. La noche se hacía mas oscura.
Gotas gruesas caían, seguro un aguacero los cogería adelante.
La gente no le puso cuidado a eso porque una voz conocida los animaba "Adelanteee Pancheeess, adelanteee, no vamos a parar sino cuando lleguemos a Cajamarca, adelanteee bravoooo puebloooo" gritaba Ibagué. Aceleraban el paso arriando las mulas y cargando a los niños que lloraban de frio y de hambre.
Un aguacero cayó espeso y frio pero la gente no paró. Caminaron seis horas llegando al fin a las orillas del rio Bermellón.
Bajaba enfurecido.
Hasta ahí fue la caminata, querer cruzar en esa oscuridad era un suicidio. "Tenemos que aguantar este aguacero hasta que amanezca" decían. "Nos vamos a helar". "No tenemos nada que comer". Se quedaron en la orilla temblando, bostezando. Los hombres cubrían a las mujeres y a los niños con pieles de animales, con hojas grandes del bosque y con ruanas que escurrían para que de nuevo se empaparan. Pasaron cinco horas viendo como al fin el sol aparecía detrás de las montañas. Con la luz se animaron queriendo pasar pero no podían porque el agua era miedosa. El pueblo de Cajamarca no estaba lejos "Como hacemos para comunicarles que estamos aquí?".
Ahora recibían el sol. Los niños y las mujeres todavía estaban morados con los ojos rojos, las uñas azules estremeciéndose de helaje. "Nos vamos a morir de frío y hambre". El sol salió mas y el aguacero desapareció igual que había llegado.
Pasaron cuatro horas y el rio bajó.
Entonces un indio se animó parándose en un barranco con una vara larga del bosque, la metió en la orilla del río y agarrándose de la punta y lanzándose como si saltara en jabalina se alzó por encima del agua cayendo al otro lado en medio de risas y comentarios. Eso es bravoooo, bravoooo mándenos la vara para pasar nosotros también ". "Claro ahí vaaaa" y así de uno en uno pasaron muchos corriendo al pueblo mientras otros consiguieron mas varas haciendo lo mismo.
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