"Mi tribu y yo estamos cansados de vagar, joven Cajamarca. Nos quedaremos aquí y extenderemos los dominios. No pensé que la dote por Millaray fueran sus propiedades" le dijo Ibagué poniéndose también de pie y cogiendo de las manos a la princesa "Gracias cacique Ibagué por darme a Millaray". "Padre ahora dejarás de vagar por los caminos, vivirás tranquilo como has querido" le decía ella.
Los recién llegados saludaban sentándose en las bancas. "Buenos días" dijo uno. "Buenos días a todos" saludó una indígena sacerdotisa en las ceremonias. Se puso la mano en el pecho diciendo "Que la sabiduría nos acompañe" y se sentó mientras otros personajes saludaban acomodándose, preguntándole a sus vecinos "Que han hablado?". "Se va el cacique Cajamarca a viajar con Millaray". "Si?" respondió un anciano bebiendo chicha y chupando un tabaco del que salía un humo espeso. "Cajamarca le ha dado a Ibagué como dote por Millaray, el pueblo, las tierras, las aguas, los hombres. De ahora en adelante el será el cacique y el dueño de las riquezas". "A mi me parece bueno. Ibagué es un hombre de experiencia que sabrá manejar el pueblo y las tierras. Cajamarca debe recorrer mucho camino hasta su maduréz y conocimiento" respondió el recién llegado sorbiendo mas chicha y escuchando la charla. "Entonces nosotros también tenemos que casarnos" le dijo de pronto Yexalen a Ibagué arreglándose las pulseras y la diadema. "Claro reina Yexalen, nos casaremos dentro de poco y juntos gobernaremos estas tierras" contestó Ibagué mirándola entre serio y ardiente y apretando su lanza apoyada en el suelo. "lo único que le pido, cacique Ibagué" decía Cajamarca "Es que a mi casa y a mi solar no entre ninguno porque dejo bultos de oro y piedras preciosas que mas adelante necesitaré". "No es mas lo que exige joven Cajamarca?. Le prometo que a su casa no entrará ninguno a excepción de mi y de Yexalen que la limpiará y arreglará". "Gracias". "Tenemos que ir preparando la ceremonia de bodas, caciques Ibagué y Cajamarca, reina Yexalen y princesa Millaray. Creo que será una fiesta inolvidable" dijo el taita Amuillan enderezando los collares torcidos entre el cuello y su larga bata de colores. "Ya hay que pensar en esos festejos. Ademas si Millaray y Cajamarca se van, tienen que casarse" dijo la sacerdotisa pensando que sería una de las participantes en la ceremonia. "Me siento en mi país con todo lo que vivo y con la confianza que me dan" dijo de pronto la diosa Inhimpitu que había estado callada.
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