La diosa Bachué estaba felíz viendo a sus tribus defendiéndose solas con la vida. Al verse rodeada de semejante muchedumbre que la llamaba insistente para que no se fuera, lanzó un hondo grito golpeando con su eco las nubes y las estrellas, diciendo "Nosotros nos vamos. Pueblo Muisca trabajen y sean fuertes" y no dijo mas. Solo volteó a mirar a la multitud callada, cogiendo de la mano a su hijo-esposo Iguaque con el que se lanzó de un salto largo al agua que se llenó de burbujas de colores. Allí, en menos de un minuto se transformaron en culebras de mas de cinco metros que llenaron de luz el agua. Bajaron veloces hasta el fondo quedándose allá por siempre entre las piedras, en medio de la vegetación acuática y en los rincones mas apartados.
De vez en cuando y sin que nadie se de cuenta, Bachué sale de la laguna transformada en pájaro o en oveja a mirar a su pueblo. Camina por muchos lugares sin ser reconocida y vuelve al agua en la que los Muiscas aprendieron a hacer sacrificios bañándose frotados en polvo de oro. Lanzan olladas de piedras preciosas que Iguaque espera en el fondo y que guarda en un cofre de oro que nadie puede ver porque mágicamente el lo hace invisible.
"Aquí es donde vivo con Iguaque, mi hijo y marido con el que dimos vida al pueblo Muisca. Ya no nos queda mucho por hacer, de modo que dentro de poco volveremos al sitio de donde vinimos. Regresaremos a la laguna Iguaque quedándonos allá para siempre" dijo Bachué a Millaray y Cajamarca que observaban atentos la amplia construcción donde la diosa vivía. En un rincón habían ollas de barro llenas de piedras preciosas, también habían otras con oro que los Muiscas les traían como agradecimiento por haberles dado la vida y el conocimiento.
"Hola madre, donde estabas. Te fuiste sin decirme nada" dijo de pronto Iguaque levantándose de un salto de la estera "Tienen hambre?" preguntó sin asombrarse de la presencia de los dos jóvenes, y sin esperar respuesta se acercó al fogón donde empezó a asar carne de ovejo y papas, con la leña seca que avivó en un instante.
Antes de darles de comer les ofreció chicha que los cuatro tomaron alegres, sentados en una larga banca de madera a la que se le había perdido el tiempo. "Se quedarán ésta noche aquí, y mañana podrán irse al sitio que quieran. A donde irán?" les preguntó la diosa, y sin esperar respuesta les dijo "Yo les aconsejaría que visitaran el lago místico. Es un lugar sagrado en el que tendrán que bañarse frotándose oro en todo el cuerpo despues de untarse aceite de plantas escogidas, y a donde lanzarán esmeraldas y diamantes que nosotros les daremos para que la diosa del agua, Chie los bendiga y así les vaya bien en sus aventuras.
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