domingo, 21 de agosto de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 23 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de columbus)



Esto dió origen a la ceremonia religiosa conocida como la leyenda de "El Dorado" y eso era lo que empezaban a ver Cajamarca y Millaray desde el cóndor de los Andes.

Las tribus iban felices a reunirse alrededor de la laguna, llevando cargado en el trono al Zipa Meiquechuca, gran jefe de la Federación de tribus de los alrededores de Bacatá, mientras al frente del pueblo iba el cacique Guatavita con una lanza de oro en una mano y el cetro de la autoridad en la otra.

Cuando el pueblo vió al inmenso cóndor volar sobre ellos, quedó perplejo pensando que los dioses les habían enviado un pájaro de las estrellas para que los acompañara en sus rituales y en sus ofrecimientos a la diosa del agua.

El Zipa Meiquechuca se congestionó malamente, mirando al gran pájaro que lo tenía hechizado, y sin dudar ordenó que pusieran el trono en tierra porque necesitaba estar en contacto con ella prontamente. Los indígenas obedecieron al instante bajando el trono cerca a la orilla. Entonces el Zipa se levantó con majestuosa actitud poniendo los pies en la tierra y elevando los brazos al pájaro que seguía rodeando la laguna en un vuelo apacible y poderoso. Después Meiquechuca se tendió bocabajo en el suelo estirando los brazos por los lados de su cabeza y juntando las piernas, rindiendo así adoración a los dioses desconocidos que habían mandado al buitre para que los acompañara en los sacrificios que harían en la laguna. La gente al verlo, también se tendió en tierra después de haber elevado los brazos al cielo y después de haber gritado plegarias dando bienvenida al pájaro planetario.

Así permanecieron varios minutos hasta que el cacique Guatavita dijo a los que lo rodeaban "Ahora he entendido que tenemos permiso de los dioses y del gran pájaro para empezar el ritual a la diosa Chie" y mirando a todos lados descubrió al cóndor un poco lejos, sobre una colina boscosa, donde quedaba algo oculto por altos árboles.

El pueblo también se puso de pié haciendo venias en dirección a la colina donde estaba el cóndor. Le pedían permiso para empezar el ritual.

Ya reunidos en las orillas, el cacique Guatavita se montó en una balsa larga y ancha muy resistente, fabricada con largos troncos y asegurada con juncos, uno muy cerca del otro. Navegó remando poderoso hasta el centro de la laguna donde se arrojó decidido, hundiéndose varios metros en el líquido, saliendo luego rápidamente entre las burbujas y los sonidos de cristales rotos, subiéndose otra vez a la balsa donde frotó su cuerpo con oro en polvo que llevaba en una olla de barro, hasta quedar completamente brillante, como una estatua viviente de oro.

Estando así de reluciente con los rayos del sol, que lo hacían ver semejante a un dios, se alistó para lanzarse otra vez, ofreciendo a la diosa Chie, su antigua esposa, el oro que llevaba pegado en su cuerpo.




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