domingo, 11 de septiembre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 30



El cóndor aprovechó la frescura para impulsarse como pocas veces lo hacía, hasta llegar a las famosas montañas de esmeralda de los Muzos, codiciadas por todos los pueblos que tenían conocimiento de ellas.
Centenares de indígenas caminaban en esas montañas vigilándolas para que nadie las robara. Otros estaban sentados mirando la lejanía mientras muchos escarbaban las rocas con palos o coas, que eran herramientas de madera fabricadas especialmente para eso, llenando bolsos de piel de ovejo con las esmeraldas que encontraban allí, como piedras en los caminos.
Eran los Muzos un pueblo guerrero compuesto por tribus desordenadas. Sus cabezas eran deformes. Desde la niñéz las aplanaban como lo hacían los indios de las tribus Pijao, para parecer agresivos y darle miedo a los enemigos en las batallas.
Los Muzos no pertenecían al imperio de los Muiscas con los que mantenían en guerra permanente por el territorio que habitaban en el oriente y con los que no se entendían porque no hablaban el mismo dialecto. Estaban emparentados con los Caribes a los que pertenecían las tribus Pijao, pero solo por su belicosidad y costumbres libertinas, porque tampoco hablaban el dialecto de ellos, de modo que eran un pueblo ajeno, extraño y odiado entre esas vastas comunidades que los rodeaban.
Eran vecinos de los Panches por el rio Magdalena y por los indios Mariquitas que vivían allí. Tenían espesas selvas por el norte, donde se refugiaban para atacar a sus enemigos, y al oriente eran vecinos con los Muiscas con los que no se toleraban en nada. Constantemente tenían batallas con ellos porque también querían ser dueños de las montañas de esmeralda.
Puede decirse que vivían para la guerra y por eso fabricaban armas como flechas, cerbatanas, lanzas, hachas con las que frecuentemente derrotaban a sus enemigos. Como se ha dicho, aplanaban su cráneo para verse agresivos y para generar miedo en sus rivales.
El cóndor sobrevoló esas montañas, tanteando la situación y la actitud del pueblo mientras los Muzos levantaban la vista asombrados haciéndole señas, gritando y saltando muy contentos. Como el buitre vió que lo llamaban invitándolo a que bajara, descendió dando amplias vueltas, hasta caer en una extensión abierta y limpia donde la gente podía verlo largamente y a donde podían ir a visitarlo sin problemas.
El pueblo entero se vino corriendo, rodeándolo apresurados.

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