Era
una cobra.
Temible serpiente de dos
cabezas, de fuerza descomunal, capaz de reventar camellos con un solo impulso. Sus
ojos, colores de otros mundos. Mirada eléctrica, desconcertante como espejos brujos.
muy hondos……. llamando víctimas.
Reptó silenciosa y prudente
entre las calientes piedras y la arena, las ramas muertas y la maleza que
crujía bajo su peso; sin dificultad subió a las rocas que tapaban el paso del
sol en la arena, bajando luego entre las grietas y resquicios y entre los
tallos de los arbustos rojos, para llegar finalmente junto al joven que dormía
sobre el pasto marchito, bajo el aire sofocante y el abochornado cielo.
Misteriosa, se paró en la
cola, gigantesca y temible, balanceándose a uno y otro lado entre un sonido de
hoguera furiosa, luego bajó despacio, anillándose
alucinada frente al joven dormido, entre los eléctricos visos del día que
subían al espacio en fogonazos algo visibles.
“Era una bestia nacida del vapor y del fuego”, explicó Sansón tiempo
después a un Israelita curioso que le preguntó sobre su mascota que de algún modo
había logrado ver a los lados de su casa, cuando pasaba por allí en una tarde
incendiada.
Se inclinó
en ángulo agudo mirando misteriosa al muchacho por espacio de cincuenta y dos
segundos en los que el no se dio cuenta de nada porque estaba muy profundo; después
se enderezó sacando provocadora su larga lengua partida y haciendo Ssssss,
Ssssss, Ssssss como un llamado oculto, una advertencia o quizás como una canción de cuna.
Entonces
el joven abrió los ojos sin moverse ni alterarse, los imprudentes ruidillos
reptantes lo habían despertado. Era que tenía un sueño vigilante que le
permitía darse cuenta de los mas imperceptibles
sonidos a su alrededor.
Se incorporó
lento y confiado mirando a la serpiente, fijo, mientras silbaba una canción que
su padre Manoa le había enseñado desde hacía algunos años y que tenía la
propiedad de fascinar a los salvajes animales que no eran escasos en esa región
tan lóbrega y estéril.
La miraba
sereno, directo a los ojos balanceándose rítmico hacia adelante y hacia atrás y respirando con arte para cautivarla. De esa
forma arrulló a la serpiente que se iba enderezando para percibir la melodía que el
joven le dedicaba.
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