viernes, 18 de junio de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 48 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Habían dejado el bosque de eucaliptos solo, estrujado por el viento. Se encontraron encima de frailejones, helechos y orquídeas con sus colores abiertos al sol. El cóndor gozaba de su planeo esa mañana, volteando a la derecha, a la izquierda elevándose y descendiendo en un vuelo placentero. Iban riéndose y hablando cosas que al ave no le importaban. Estaba concentrado mirando la montaña que había dejado de ser brillante y que pronto alcanzaría.
Voló rápido poniendo su fuerza en el empuje hasta sentir el viento penetrante y chuzudo. Ese aire se le metió en las narices y los ojos, le llegó a los pulmones y al buche enfriándolo mas. "Hemos llegado, hemos llegado" les gritó a sus viajeros descendiendo en la montaña. Ellos gritaron "Si, hemos llegado. Gracias cóndor por traernos". "Sin ustéd hasta ahora atravesaríamos las montañas montados en las llamas", dijo Mohán alistándose a encender otro tabaco para calentarse y para gozar del cerro que tenía tantos secretos. "Gracias cóndor por ese vuelo tan maravilloso" le dijo Madremonte acariciándole las plumas de la espalda. Descendieron por el ala parándose encima de pedazos de hielo que habían quedado después de que el resto se derritira y dejara la montaña desierta y negra.
"Y ahora qué?" preguntó Madremonte mirando la faz de la mole. "No se afane, todo volverá a la normalidad. Tenemos que hacer muchas cosas para recuperar las tribus", contestó Huenuman.
Al cóndor no le gustó el ambiente y aleteando bajó por la ladera llegando a la vegetación. Allá caminó y voló esperando una presa que le calmara el hambre.
Huenuman miró la montaña. "Si ven como ha quedado solo y triste éste cerro que hace poco era brillante y refulgente?. Un maleficio está encerrado y hay que acabarlo. Si nos demoramos en el trabajo puede ser peligroso". "Este ha sido un lugar admirado por los vecinos y por gentes extranjeras, no puede quedarse así" comentó Millaray. "Parece como si me hubieran destrozado" dijo Madremonte pálida. "Miro mi gran nevado sin hielo sin nada y me siento hueca y violada. Pondré mis conocimientos y concentración en el rito para que otra vez lleguen la nieve y el hielo". "Tenemos que encontrar al culpable del sacrilegio y castigarlo" dijo Mohán chupando su tabaco y botando el humo con rabia y nervios. "Pero no podemos estar rabiosos" propuso el cacique Cajamarca poniendo en el suelo la escultura del hombre en el helecho. La depositó junto a las flautas, tambores, junto a un cuerno y una caracola, al lado de un cofre de barro fino que sus amigos y Millaray dejaron entre piedras blancas y que guardaba diamantes, perlas, rubíes y esmeraldas.
"Entonces pongámonos a trabajar, el rito no espera", anunció Mohán cubriéndose la cara con las manos, pensando en el esfuerzo y la concentración que aplicarían para conseguir resultados. "Empecemos" repitió Huenuman. "Invocaremos a las nubes y al viento para que preparen la nieve que ha de caer en la montaña". "Me parece perfecto, lo primero es lo primero" dijo Madremonte mirando las nubes pasando rápidas huyendo de allí. Entonces Huenuman caminó a lo alto de la montaña seguido por sus compañeros mudos. De pronto se arrodilló inclinando el cuerpo poniendo la frente en el suelo. Se quedó callado tres minutos estableciendo unidad con la tierra. Los otros hicieron lo mismo iniciando el rito que el universo escucharía.
"Ahora que vais volando que vais huyendo
de éste sitio profanado . . .

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