martes, 22 de junio de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 50 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Oh gracias nubes mias,
no me abandoneis nunca mas
y tampoco abandoneis ésta montaña
que es tu casa y tu cómplice.
Ella sin vosotras no es nada
y vosotras sin ella, perdeis la alta amiga de éstas regiones.
dentro de poco sabremos quien fue el culpable del sacrilegio y lo echaremos de aquí.
Por favor nubes hermanas permaneced con nosotros".
Y Madremonte danzaba envuelta en nubes. A Millaray también la rodeaban.
entonces Huenuman vió que habían logrado parte de su objetivo y por eso sin dejar de clamar, invocó al sol, a la luna, a las estrellas.
"Adorado sol, adorada luna, idolatradas estrellas.
Os pedimos tus fuerzas y tus poderes,
os invocamos la luz y la distancia.
Invocamos tus olas de fuego dulce sol
tus luces de perla bella luna,
tus silencios y tus magnitudes lejanas estrellas.
Dadnos vuestros rayos.
Mirad la danza nuestra, solitaria en la montaña,
escuchad la música ofrecida por la princesa
y el redoble del tambor que golpea vuestras pieles
para que esteis con nosotros, misteriosos pero atentos astros, siempre, siempre"
"Booommm, boooommm, booommm, boooommmm" repetían mientras Cajamarca danzaba poseido por fuerzas extrañas.
Así rendían tributo a los planetas. Nadie sentía frío, nadie tenía hambre. Una alegría los poseía olvidándose de todo. Huenuman dijo: "Tenemos que darle nuestras riquezas a la montaña. Así la animaremos, la despertaremos, le haremos sentir que la queremos y la respetamos. Vengan amigos, abramos el cofre de las piedras preciosas y ofrezcámoslas a la montaña". Entonces Madremonte envuelta en nubes amarillas y rojizas se acercó al cofre abriéndolo entre cantos y retirándose para que Cajamarca repartiera las piedras.
El se inclinó y arrodillándose metió la mano sacando los diamantes, las esmeraldas, las perlas y los rubíes. A cada uno le dio un puñado: "Ahora yo me quedaré en el centro y ustedes enterrarán esas piedras, Millaray en el norte, Madremonte en el oriente, Cajamarca en el occidente y Mohán en el sur". Entonces ellos se retiraron a setenta metros donde escarbaron enterrando las piedras a treinta centímetros. Las taparon con tierra apisonada con los puños como homenaje y desagravio a la gran madre violada. Ahora Huenuman en el centro de los cuatro puntos cardinales gritó con toda su fuerza poniendo las manos como bocinas en la boca:
"Oidnos mansa tierra, madre nuestra . . .

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