lunes, 2 de agosto de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 71 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Llamaremos al supremo sacerdote, al gran mago Mohán que todo lo sabe para que celebre el rito invocando las fuerzas del universo. Despues me iré con Millaray a los pueblos de columbus. Eso es lo que hemos hablado, de modo que pueden retirarse y prepararse para la festividad. Debe haber mucha comida, muchas luces, chicha y gran alegría. Eso es todo buen pueblo y gracias"
Entonces la gente desorientada sabiendo que había otro cacique se quedó callada. Hablaban en murmullos "Que tal será Ibagué?". "Si gobernará bien?". "Ojalá no se formen peleas por el nuevo gobierno". "Mejor que haya mas gente, a mi me gusta que estas tierras estén pobladas". "Van a haber dos matrimonios importantes. Tenemos que prepararnos para esas fiestas". "Si". Comentarios así se oían en las chozas, en el rio, en los sembrados. Mientras hablaban trabajaban en los telares, en cerámicas, en sus esculturas o simplemente bebían chicha, fumaban tabaco y tocaban tambores entonando las flautas y cantando canciones al lado de las fogatas en las calles o debajo de las antorchas puestas en las paredes de bahareque y en los troncos de los árboles.
Movimientos.
Iban a los montes trayendo racimos de corozos de gruesas palmas para fabricar la chicha. Los cocinaban fermentándolos en ollas de barro fabricadas para eso. "Debe haber mucha chicha" decían en el afán entre las chozas, en los caminos. "Esto no pasa sino una vez y tenemos que aprovechar". También traían arracachas y gran cantidad de maíz que ablandaban en agua y pilaban en troncos huecos o molían en piedras convirtiéndolo en afrecho y masa. Lo cocinaban poniéndole pedazos de caña para endulzarla "Tenemos que echarle otra fuertura" decían trasladando ollas a los rincones de las cocinas, soplando el fuego, espantando los perros y cuidando a los niños llorosos. "Con el cacique Ibagué estas montañas se poblarán rápido" comentaban en los fogones comiendo carne de ovejo con yuca y arracachas "Deme mas carne. Esos ovejos estaban gordos" decía una india mueca, espelucada, descalza y embarrada entre el barullo del día.
Afuera pasaban los Panches con gruesos y largos estacones, varas y hojas de palma para levantar las chozas y ponerles el techo. Otros venían con pescados del rio que ya bajaba tranquilo mientras muchos amasaban arcilla y barro mezclándolo con paja para la construcción de las paredes. Así se protegerían del frio, del sereno, de los aguaceros. Trabajaban afanados, con fuerza y ganas. "En tres días tendremos las chozas listas". "Si, haremos rápido el trabajo. Tenemos que afanarle" decían abriendo hondos y anchos huecos, clavando estacones, amarrando varas y guaduas entre las que metían barro. Aseguraban varas construyendo el techo con las hojas de palma.
Al otro día y recién salido el sol el cacique Cajamarca, el cacique Ibagué, la diosa Inhimpitu, la princesa Millaray y Yexalen salieron con los ancianos, con las sacerdotisas y con los brujos a un claro del bosque donde había una estatua de piedra dedicada a un brujo sabio, antiguo fundador del pueblo y un altar pequeño para los sacrificios y ceremonias a los dioses.
Caminaron entre la maleza y debajo de los árboles recibiendo la brisa de la mañana. "Tenemos que hacer la invocación con mucha concentración para que Mohán nos escuche. Sin el no podemos hacer los matrimonios" dijo un anciano de la comitiva arreglándose la larga ruana que lo cuidaba del frío. "Solo el tiene el poder de invocar a las fuerzas del cielo para unir éstas parejas tan distinguidas". El bosque gritaba, graznaba, rugía y se asustaba con ésta visita tan temprana.

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