sábado, 12 de agosto de 2017

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 9




No se demoró. Llegó acelerado con dos vasos de porcelana que alargó a sus amigos. “Tomen, esto les quitará la sed”.
Padre e hijo le recibieron los vasos y bebieron en un instante el líquido que tuvo la propiedad de quitarles la sed en menos de dos minutos. Joaquín les preguntó “Quieren mas?” “Si, claro”. Respondió Manoa. “Ese refresco está muy bueno”.
El hombre corrió otra vez a la cocina donde sonaron los vasos y también el líquido cayendo. Regresó sonriendo, como siempre.
Mientras sus amigos bebían el segundo vaso, el se preguntaba porqué habrían venido los dos. Sansón le dijo “Vengo a pediros un favor. Necesito un camello porque voy a ir al país de los Filisteos”. “Quiere ir a ese país tan peligroso, hijo?”. “Si, algo me dice que debo ir allá y quiero cumplir esa orden”. “Algo le dice?. . .y que es ese algo?”  “Es como un toquecito, como un lancetazo en el pecho que me dice cosas. He aprendido a conocer ese llamado y tengo que obedecer”, explicó el muchacho. “Si es así, entonces debe ir. Esas llamadas hay que cumplirlas, yo sé. Son las órdenes de la naturaleza.
“Así es”, afirmó el joven. “Poca gente le hace caso a esos mandatos que son los que en realidad guían la vida de todos”. “Si.”.  “Ahora que caiga el sol, iremos por el camello.  Mientras tanto les prepararé un guiso para que se vayan llenos y para que no piensen que soy tacaño”.
      Manoa y Sansón sonrieron mirando a su amigo.
No le replicaban porque sabían que si lo hacían, lo ofendían. El no dejaba que nadie se fuera de su casa sin comer porque pensaba que a el podía pasarle lo mismo y el hambre era algo cruel. Los dejó otra vez diciéndoles “Hagan lo que quieran, pueden tocar el arpa mientras tanto, o la flauta, quiero escuchar música, eso me pone bien, me reconforta, además es bueno cambiar la rutina del campo, por las melodías”.

Manoa se puso de pie, caminó para tomar el instrumento que estaba junto a la pared de la cocina al lado de un grande armario de resistente madera de cedro; lo trajo hasta el comedor y sentándose, le hizo sonar las cuerdas que fue templando una a una con gran calma y sentido musical, hasta que sintió buenos los acordes. Fabricó una canción guerrera de enorme potencia, la hizo estallar en explosiones musicales en medio de la guerra, hasta descender luego muy suave con la brisa, a unos prados donde los guerreros descansaban del combate después de que el enemigo huyó entre las rocas rojas.





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