sábado, 28 de octubre de 2017

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 20



Puso el morral como almohada y recostándose, se relajó, pronunciando en silencio algunas palabras con los ojos cerrados.
Fue tan profundo el sueño que no se dio cuenta de nada. Ni de la noche portentosa y clara, ni de la obediente arena, ni de los laberintos complicados de las peñas, ni del camello retozando silencioso y prudente al lado suyo, ni del calor, ni del aire quieto y abochornante hasta que volvió a llegar la mañana con algunos chirridos y chillidos de animaluscos raros que atraídos por la tienda, lo miraban desde lejos con ganas de ir allá a conocer a los extraños.
Entonces abrió pesadamente los ojos, totalmente aletargado por el cansancio del día anterior.
El despertamiento fue largo y difícil.
Se quedó un rato sentado en la piel del león, mirando amodorrado al camello que comía tranquilo las hierbas del pie de las rocas. Saltó inesperadamente, igual que un felino, al notar una sombra sospechosa al lado derecho del quiosco que finalmente no fue nada, solo la sombra de un buitre que pasó volando cerca. Fuera ya del rocoso techo, miró el cielo azul sin nubes, mientras bostezaba largo estregándose los ojos, que le ardían un poco.
Cogió la bolsa de agua y derramando un poquito en la mano izquierda, se mojó la cara para refrescarse y para terminar de despertar, también se juagó la boca con detenimiento después de lo cual comió tres pasteles que encontró insuperables por su delicioso sabor, y acercándose a Dock le dio palmaditas en la espalda y en el cuello diciéndole “Tenemos que seguir amigo Dock. Espere que desbarate la casa y nos vamos porque ya es hora de seguir el camino”.
El camello no lo miró porque estaba concentrado en su rumiar de las yerbas. Quizás el alimento encontrado junto a las rocas también tenía buen sabor.
El joven desarmó el quiosco en un momento, lo dobló guardándolo en el morral, lo mismo que la piel del león, y con un corto salto se encaramó en las abultadas espaldas del animal que se había vuelto a levantar después de arrodillarse para que el jinete se montara.
El viaje fue normal y tranquilo hasta las once de la mañana cuando vientos fuertes empezaron a soplar del oriente levantando la arena en una tormenta que se iba haciendo mas fuerte a cada minuto.



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