Huenuman no soñó nada, sino que despues de haber dormido un rato se despertó, y teniendo los ojos cerrados tuvo una visión.
Vió decenas de árboles carnívoros en un valle por el que pasaba una desprevenida tribu de indios pijaos. Entre la algarabía y las risas, los árboles estiraban las ramas como tentáculos formando redes para que ninguno escapara. Sorpresivamente agarraron a los indios llevándolos hasta sus enormes y lascivas flores violeta que se abrían hambrientas envolviendo con los pétalos y los estambres a los infortunados hombres, chupándoles la sangre y comiéndoseles la carne disuelta con el polen y con los ácidos de sus vasos.
Cogidos así, gritaban por los inaguantables dolores. "Huuuuyyyyy estas flores son asesinas, me apretan y no puedo soltarme", decía uno. "A mi me están estrangulando haaayyyy, haaaayyy, haaaayyyy, que dolor", gritaba otro. Todos gritaban retorciéndose entre convulsiones, pretendiendo destruír los pétalos y los estambres. Se debatian sintiéndose secos. Las flores los apretaban mas y mas, engulléndolos insaciables. Era como caer en la boca de una fiera y peor, los ácidos los penetraban derritiéndolos, las flores giraban con ellos, poderosas. Parecían enormes vaginas silenciosas y hambrientas incapaces de dejar una presa. Todo lo tomaban y todo lo devoraban en su orgasmo "Me muero, me muero", gritaban los hombres.
Esa guerra duró alrededor de media hora, cuando los indios perdieron su fuerza y se debilitaron lanzando inaudibles quejidos. Iba quedando únicamente el esqueleto que las flores tampoco despreciaban. Los ácidos los desintegraban y ellas chupaban y chupaban.
En ese momento Huenuman abrió los ojos. Se había sobresaltado con la visión. Miró la antorcha intacta con su fuego azul y pensó "Será que de verdad hay algún valle de árboles carnívoros?. Yo no he oido hablar de eso en todo mi tiempo pero hay que tener cuidado. Cualquier cosa puede pasar".
El león sintió al brujo despierto. Se levantó sacudiendo la cabeza y bostezando "Oooooogggggrrr". Rondó por ahí y como vió que Huenuman se acomodaba otra vez, también hizo lo mismo y así pasaron la noche sintiendo el viento silbante y el sereno hasta que el sol apareció entre nubes color ladrillo al otro lado, en fantasmagóricas montañas.
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