martes, 1 de junio de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 37 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Esa carrera fue corta porque otra vez el río los detuvo en la orilla. Entonces Huenuman bajándose de la fiera dijo: "Voy a mandar señales de humo al cacique Cajamarca y a la tribu para que nos ayuden a llegar allá". "Claro eso es lo que hay que hacer", dijo el león mirando la turbulencia líquida.
Huenuman recogió ramas, palos, troncos secos y poniéndolos en un montón los sopló fuerte. Raramente sin meterle candela la leña se prendió con llamitas débiles y azules y luego con flamas grandes que bailaban con el viento y que chirriaban con la brisa del río. Salió un humo suave elevándose en el espacio, pero el brujo quería que el humo fuera fuerte y negro. Por eso trajo ramas y hojas verdes para que las señales de humo se vieran desde lejos, las metio en las llamas y al instante una columna de humo negro oscureció el aire.
En tres minutos la gente de la tribu se amontonó a lo lejos al otro lado del río. Huenuman al verlos, levantó los brazos moviéndolos como aspas. La gente también alzó los brazos gritando. Huenuman les hizo muecas. Ellos entendieron los gestos y retirándose hicieron consejo en la choza grande. Ya se habían dado cuenta que era el gran brujo Pijao llegado por algo importante. Algunos indios le hicieron señas para que esperara.
De pronto saliendo del pueblo y elevándose en el aire blanco, el cóndor dorado de los Andes batió las alas poderoso, alcanzando altura y desgarrando las nubes, atravesó el espacio llegando en dos minutos junto al mago y al león que lo miraban asombrados por su grandor y fuerza. Movió las alas ahuecándolas, hasta que buscando un sitio adecuado cayó en tierra. Dejó caer una ala por la que se deslizó una muchacha de dieciseis años. Era la princesa Millaray hija del cacique Ibagué, que había venido desde el nevado del Tolima acompañada del mago Mohán y de la diosa Madremonte hasta las propiedades de su novio el cacique Cajamarca donde ahora estaba.
Huenuman descansó viéndola, suspiró alivado al comprender que ahora si conseguiría ayuda para sacar del encantamiento a miles de Pijaos convertidos en estatuas de oro en el nevado.. La miró atento, "Es bella", se dijo observándole el cabello negro cubierto con una diadema de oro con tres diamantes. Le admiró los aretes, las pulseras, los collares y las tobilleras, además de un largo vestido de lana de colores y unos alpargates fabricados con fibras de maguey. Tenía la cara pintada con rayitas artísticas. Oyó diciéndole al cóndor "Quédate aquí, ya vuelvo". "Como ordene princesa" contestó el buitre sacudiendo las alas y caminando en busca de frutas y de algún animal que le sirviera de puntal.
Millaray vino a encontrarse con Huenuman. El también se había adelantado acompañado por el león. "Hola gran brujo Huenuman, me siento dichosa de verlo. En el nevado no pude saludarlo". "Hola princesa Millaray, gracias por venir a rescatarme. Esas actitudes hacen que uno la quiera siempre" "Jajajajajajaja", rió Millaray acercándose al león. Se agachó acariciándole la melena y le dijo: "Te veo cansado con ganas de dormir". "Si, merezco un descanso porque hemos venido desde el nevado en gran carrera" contestó el felino estirándose. "Traje a Huenuman en mi espalda y me duele el esqueleto". Millaray miró a Huenuman preguntándole que era lo que quería. El brujo acercándose le dijo: "Pasó una tragedia princesa Millaray. El pueblo Pijao ha quedado convertido en estatuas de oro y esmeralda en el nevado"

No hay comentarios:

Publicar un comentario