miércoles, 4 de agosto de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 73 (la desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


En quince minutos estuvieron en el pueblo.
La gente hacía oficios, levantaban chozas, fabricaban tambores y flautas, preparaban comidas . . .Al ver a Mohán la noticia se regó rápidamente en las tribus viniendo a saludarlo: "Hola Mohán como le va". "Donde estaba Mohán, lo hemos echado mucho de menos". "Gracias por venir a visitarnos". "Quédese aquí y nos acompaña siempre". Ya sabían que había venido a bendecir las uniones de la reina y la princesa con los caciques, cosa que haría funcionar al pueblo normalmente porque ahora estaban desordenados y fuera de ellos mismos. "Mohán pedirá al cielo bendiciones para los casados y para que este pueblo marche bien". "Si, sabemos que lo hará. Tiene los poderes"
En los dias siguientes hubo afiebrada actividad.
De repente el pueblo creció.
Centenares de nuevas chozas aparecieron en el bosque llenando de humo y gritos el aire. Voces, risas, órdenes . . .La gente se paraba en mitad de los caminos a hablar y a hacerse amigos comentando los cambios: "Tenemos que acostumbrarnos a lo que pasa". "Los jefes mandan y nosotros tenemos que obedecer". "Claro, si no lo hacemos nos ajustician". "Lo mejor es quedarnos callados y vivir tranquilos".
Al amanecer del domingo, a las cinco de la mañana sonó el cuerno despertando a los indígenas que todavía estaban dormidos y alertando a los que estaban lejos. Los tambores, los timbales, las flautas, las charrascas iniciaron una fiesta memorable. "Quiero chicha, demen mas chicha que hoy es fiesta". aunque no había amanecido la gente corría metiéndose a las chozas, saludando, riendo, diciendo chistes y bromas "Esta carne está muy buena". "Quiere yuca?". "Si". "Quiere mas chicha?" "Si".
A las ocho el pueblo se había vestido con las mejores batas, con sus guayucos de piel de pumas, con sus collares y aretes, con los pectorales y tobilleras. con diademas y narigueras de oro. Los hombres reían, las mujeres reían, los niños jugaban y gritaban. Se habían pintado la cara y el cuerpo con rayas de colores verde, azafrán, amarillo y se habían perfumado con esencia de flores. "Menos mal que el dia está bonito" decían. Caminaban por las callecitas empedradas, adornadas las chozas con palmas, con flores, con ramas.
"Ahora vamos a la estatua del brujo desconocido" gritó de pronto el taita Amuillán parado en la tarima de largos palos. "Vamos. Vamos que la ceremonia empieza" decía a todo grito. Entonces la gente caminó en procesión hasta el claro del bosque donde estaba la estatua del brujo fundador.

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