Eran dos kilómetros hasta la laguna.
Esa provocativa invitación a sus maridos les daba poder en la sangre.
A setecientos metros venían Cajamarca e Ibagué "Ya te alcanzo Millaray, corre. Eres mia solo mia" gritaba Cajamarca a toda voz. Ibagué también gritaba "Serás mia en la laguna, Yexalen, allá te capturaré".
El pueblo estaba frenético. Bebían chicha a mares gozando la fiesta.
Las jóvenes ya se acercaban a la laguna donde las esperaban tres brujos y treinta jovencitas de diminutos guayucos danzando junto a un bulto de oro, cuatro olladas de piedras preciosas y siete fogatas gigantescas con las flamas bailando crepitantes.
Nunca se había visto un desorden tan colosal, un delirio tan enfebrecido, una alegría tan auténtica y alucinada. Corrían de aquí alla estirando los cuerpos, las cabezas empujándose entre el tumulto. Hablaban pero nadie se entendía. Corrían al lado de Millaray y Yexalen animándolas en su huida para luego devolverse a donde Ibagué y Cajamarca gritándoles: "Corraaan, corraaan, corraaann que ya casi las alcanzan, corraaann". Iban los hombres por centenares como manadas de toros. Iban las mujeres corriendo también, locas, muchas con sus hijos en la espalda. Iban los niños embolatados pero contentos metiéndose y forzándose en el tumulto que como olas, iban y volvían estrellándose contra ellas mismas.
finalmente reina y princesa llegaron al borde de la laguna. Había mucha gente ahí. "Vienen lejos, no tienen tanto aguante como nosotras" dijo Yexalen soltándose el pelo que había amarrado con la fibra de un bejuco. Respiraban ansiosas mirando lejos entre la calle humana, queriendo ver a sus maridos. "Desnudémonos ya" dijo Millaray quitándose el guayuco igual que Yexalen, quedando como diosas carnales entre el aire que paró para verlas lo mismo que el sol. Los hombres, que no las habían visto así, se estremecieron de deseo quedándose mudos. Fue solo un momento, pero bastante para tenerlas en su recuerdo.
"Vámonos ya" gritaron lanzándose al agua. Se hundirían inventando juegos "Tendrán que luchar para tenernos" dijo Yexalen deslizándose en el líquido. "Cajamarca entenderá que yo no soy tan fácil y que tiene que conseguirme con cansancio y sudor" dijo Millaray dando volteretas en la espuma y alejándose de la orilla, mientras los tres brujos aguardaban la captura custodiando el oro danzando alrededor de las fogatas haciendo círculos y espirales junto a las treinta adolescentes que también danzaban con pequeñas antorchas prendidas en las siete hogueras. A los lados habían músicos, tamborileros, flautistas, charrasqueros, maraqueros llenando el espacio con sus melodías ardientes muchas veces y en otras ocasiones tristes.
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