el mago Huenuman también estaba allí y se había acercado a Mohán, Madremonte y al joven Cajamarca a quien no le quitaba la vista la diosa Chia, diosa de la luna que caminaba sola, mostrando su belleza. Se acercó a donde estaban ellos, diciendo "Es bueno saludarlos porque son personajes famosos" dijo acercándose a Cajamarca. "Ella es la diosa Chia, gran amiga mia" dijo Madremonte abrazándola mientras la diosa se saludaba con los otros. Chia le dijo a Cajamarca "Me he dado cuenta que buscas a la niña Luz de Sol. Es una tarea difícil pero gratificante. cuando tengas dificultades me invocas y alumbraré para ayudarte". "Gracias diosa Chia. Gracias por saludarnos y por ser mi amiga" y la diosa siguió diciéndole las cosas que pasaban en la luna, cogiéndolo del brazo y alejándose con el a sitios solos. Estaba descalza y sus pies eran bellos. Tenía el cabello rubio y los ojos azules. LLevaba una corona de perlas y un vestido transparente que realmente no ocultaba su cuerpo que todos miraban ansiosos. Era imposible calcularle su edad. Parecía una niña y parecía a la vez una mujer de gran edad, sin dejar de ser bella.
cuando Chiminichagua, el principio creador y fuerza suprema del universo en el imperio Chibcha, descendió de su casa, los asistentes a la asamblea voltearon a mirarlo inclinándose y venerándolo. Lo rodeaba una nube brillante entre amarilla y azulosa. "Buenas noches a todos, nobles visitantes" dijo con gran voz acercándose al grupo saludando a cada uno con fuertes abrazos. Era Chiminichagua una divinidad bondadosa y universal. La única luz que existía cuando todo era noche. En el principio del mundo todo estaba en tinieblas y solo reinaba la luz de Chiminichagua. Cuando el dios creador quiso difundir la luz por todo el universo, creó dos grandes aves negras ,lanzándolas al espacio. Cuando éstas aves echaban aliento o aire por sus picos, esparcían una luz incandescente con la cual todo el cosmos quedó iluminado. Así se hizo la luz y se crearon todas las cosas del mundo. Por eso era que los visitantes se afanaban a estar aunque solo fuera un momento con el, y el tenía tiempo para todos. Su rostro era eterno, y sus ojos profundos mostraban el universo. Llevaba chanclas de cuero de vaca y una ruana larga de colores que los indios Chibchas le habían regalado hacía dias. Su cabello era largo y negro. Era un dios de bondad hablando con todos.
Las charlas se confundían y la luna estaba eclipsada.
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