El cóndor y los viajeros estaban ocultos entre algunos árboles. La diosa Bachué, gran madre de los Muiscas,no quería que las tribus la reconocieran porque entonces no la dejarían sola y no sabría como separarse de ellos sin hacerlos sentir mal. Quería solamente asistir a los ritos como una indígena mas. Se había puesto un manto en su cabeza, que le cubría parte de la cara. "De ésta forma no me reconocerán" pensaba.
Pero los indios sintieron una presencia extraña en lo alto de la colina y subieron veloces alistando sus tiraderas y sus cerbatanas envenenadas por si había necesidad de usarlas, pero al llegar al filo, descubrieron al gran pájaro, al cóndor de los Andes que al verlos gritó "Ggggggrrrr, gggggrrr". Y ellos escuchándolo y viéndolo tan poderoso, se tiraron al suelo adorándolo. Pensaron que era el pájaro de las estrellas del que hacía poco habían oido hablar a algunos de su pueblo y cayeron en adoración. Otros tres se devolvieron bajando veloces en silencio, avisándole a los demás que allí estaba el pájaro del Sol, quizás era su hijo y debían ir a adorarlo.
En un instante la muchedumbre se enteró de la noticia, y como una avalancha llegaron a los lados del ave que se había acurrucado a descansar.
Se mantuvieron a prudente distancia observando también a Cajamarca, a Millaray y a Bachué medio oculta, a los que también adoraban porque sabían que eran seres llegados del Sol.
Los ruidos terminaron pronto. Todos hablaban en voz baja esperando que el pájaro del cielo se pusiera de pie, pero el cóndor solo quería descansar del largo viaje que había tenido, y estando rodeado por la muchedumbre silenciosa, cayó en un profundo sueño, lo mismo que Millaray, Cajamarca y la diosa Bachué, que les había explicado lo que pasaría en el templo del sol.
Esperarían a que la noche pasara rápido y mientras tanto dormirían adorados por la multitud que se turnaba en lo alto para verlos de cerca, sin llegar a hablarles.
Así fue toda la noche.
Hubo una intensa iluminación con el fin de tener mucha luz para apreciar a los recién llegados de las estrellas, hasta que llegó la mañana y el pueblo se despreocupó de la presencia del buitre y sus amigos, esperando la llegada de los sacerdotes y del gran cacique Suamox que no tardarían con el niño, preparado especialmente para la ceremonia y el sacrificio que harían con el, al sol.
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