jueves, 30 de junio de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 8 (la desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de columbus)




Goranchacha era recibido en todas partes como hijo del sol y predicador religioso.

Cuando el hijo del sol tuvo conocimiento del castigo que el cacique de Ramiriquí le había infligido a uno de sus acompañantes, regresó a la entonces capital de los Zaques, le dió muerte al cacique y asentó allí su corte, tomándose el poder por la fuerza. Escogió los criados para su servicio y entre ellos al pregonero, un indio con una gran cola de león, que se convirtió en la segunda persona del pueblo.

Goranchacha gobernó con gran rigor. Tenía castigos aún para cosas muy leves. Cambió en forma definitiva la capital de los Zaques, que inicialmente era Ramiriquí, por Hunza. Se transformó en un verdadero dictador, el primero en éstas tierras aborígenes.

El hijo del sol mandó construir en Hunza un templo para rendirle culto a su padre. Para ello mandó traer piedras y columnas de los lugares mas distantes de sus dominios. contaban los Hunzas, que nunca pudieron ver las caras de los que traían las piedras, por llegar con ellas de noche.

Goranchacha hacía venerar frecuentemente al sol en su templo de piedra y cuentan las tradiciones, que hacía fiestas especiales con procesiones desde el cercado de Quimuinza hasta el templo del sol. La procesión seguía un camino tapizado con mantas finas y pintadas. duraba tres dias de ida, tres días de oración y tres dias de regreso.

Un día el pregonero reunió a todos los Hunzas en un lugar, e hizo que Goranchacha les hablara de la escalvitud que tendrían en el futuro, pues vendría gente fuerte y feróz que les habría de maltratar y afligir con sujeciones y trabajos.

El gran Chacha se despidió de los Hunzas y les dijo que se iba para no verlos padecer, y después de muchos años volvería a verlos.

El Zaque entró al cercado y desapareció en forma definitiva, pues nunca mas lo vieron.

El pregonero con cola de león, delante de todos, estalló y se convirtió en humo hediondo, dando así la última despedida"

(Texto tomado de Javier Ocampo Lopez).


. . . .Casi todos bajaron de lo alto de la colina, apretándose en los alrededores del templo pretendiendo ser los primeros en darse cuenta del sacrificio humano que los Sogamuxis harían al sol. Se daban codazos y empujones, buscando los primeros lugares.

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