"Que pesar. Es una lástima no poder hacer un mar aquí" añadí con pesadumbre. "Si" contestó ella.
Entonces la muchacha caminó hasta donde estaban las tortugas que tenían metida la cabeza en las corazas y los ojos los tenían cerrados. Le dió una palmadita a una, diciéndole "Tenemos que seguir" y al escucharla, la tortuga sacó la cabeza diciendo "Si princesa, estamos listas". Ella a su vez me dijo "Venga conmigo". Entonces mirándola me acomodé junto al niño, que todavía estaba bravo con las tortugas "Le contaré a mi madre que ustedes son necias y que hacen lo que quieren". Ellas lo miraron lanzando un ronquido y torciéndole los ojos.
La joven cogió un lazo, y jalándolo animó a las tortugas, que de improviso arrancaron veloces rompiendo el viento y destrozando las nubes. Así me dí cuenta que podían elevarse haciendo fuerza con el estómago. Era que ponían en funcionamiento una glándula secreta que eliminaba la atracción terrestre.
El viaje duró cuarenta minutos hasta un molino de viento de docientos metros que tenía las aspas quietas. La princesa dijo "Claro, por eso es que en el pueblo no hay agua. El molino no está funcionando". En un momento entramos al edificio zafando las cadenas de un portón de madera vieja y gruesa. "Algún engranaje se trabó y por eso no funciona" dijo la muchacha. "Bajemos al sótano. Allá está la maquinaria?" le pregunté. "Si" dijo.
Rápidamente descendimos los escalones viendo el enorme enlace de hierros, poleas, engranajes....y sin dudar me puse a examinarlos. Eran tantos, que me confundí en la inspección hasta que finalmente me di cuenta que un eje estaba suelto. "Hay que traer éste eje y meterlo en el engranaje" le dije. Ella se acercó penetrando la mirada porque todo estaba muy oscuro. Le hice fuerza al hierro pero no pude encajarlo. Entonces la joven se fue a buscar algo que pudiera facilitarme el trabajo, llegando con una palanca oxidada. La cogí y forzando el eje, lo acomodamos por fin. En ese momento la muchacha se dió cuenta que el viento ponía a funcionar el molino y se alegró. Dió gracias a los dioses del aire por el favor recibido, pronunciando una plegaria corta pero mágica.
Sin decir nada, me agradeció con una sonrisa mientras salíamos. Le dimos vuelta a las cadenas, asegurándolas con tres candados enormes que no hacían falta porque ahí no llegaba nadie. Saltamos un escalón de piedra para llegar al carruaje que se veía empolvado por la arena del desierto. La princesa dijo "Tengo que ir a mi pueblo, llevo mucho tiempo lejos y los habitantes deben estar afanados porque no me han visto desde hace varios días. "Vámonos" dijo acariciando la cabeza del niño que miraba a las tortugas "Pero antes lo llevaré a donde ustéd me diga" dijo caminando por una duna que hasta ahora empezaba a formarse.
Nos acercamos a la planicie arenosa despertando a las tortugas con un golpecito en las corazas. en ese rato habían roncado compitiendo con el viento y la arena voladora. "Arranquen" dijo la muchacha despues de habernos acomodado en las sillas. Los animales jalaron el carro yéndose a la ciudad imperial que tanto conocían. Después de un rato me preguntó "A donde lo llevo?". "Yo vivo en una caverna en la montaña transparente. Pienso que la conoce" le respondí. "Si claro. Me gusta ir allá a mirar los jaguares voladores y los pájaros de mil colores, porque en ninguna otra parte del mundo puedo encontrarlos". "Ah" volví a responderle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario