Los niños estaban mudos. No acertaban a decir nada.
Cox se puso de pié zafándose la piel que tenía en la espalda. Respiró ruidoso, crepitó los dedos de las manos mirando la cueva como si fuera la última vez que la viera. Sabía que no podía tocar las piedras porque entonces la muchacha se moriría. "Vengan" dijo caminando hasta una caja metálica metida en el hueco de una roca. La sacó levantándola, dándole vueltas adelante y atrás a un botoncito numerado que al completar la clave se abrió automáticamente. Adentro había un anillo con una piedrita blanca. Era una perla polar. Alzándola a la luz, dijo "Este anillo fue de la princesa Uribia, hija del rey de la Guajira. Da el poder de mantener la salud y la juventud al que lo tenga. Es decir que si cumplen con el canto y se hacen dueños de él, mantendrán jóvenes, Saludables y fuertes por siempre.
Una vez fui al pais de la Guajira a conocer el sol cuando sale del mar. Me habían dicho que era un bello espectáculo que debía conocer, y que las mujeres y hombres mas famosos del mundo habían estado allí, disfrutando de ese fenómeno tan singular. Un dia que estaba sentado en una duna pensando en el misterio del agua, un carruaje tirado por tortugas como caballos, llevaba a una muchacha, vestida de colores tropicales. Era alta, blanca, de ojos negros y cabello como el carbón. La acompañaba un niño de siete años, de pelo alborotado y pocas sonrisas. Era el hijo de Magda la profetisa mas famosa del país Guajiro, conocida en el planeta por sus extensos conocimientos mágicos.
Como las tortugas venían muy rápido, me puse de pié para observar ese espectáculo tan original. Entonces la princesa al verme, le ordenó a las tortugas que pararan. Ellas se detuvieron en seco haciendo un hueco en la arena por la fuerza de la frenada y como la joven no venía asegurada de ninguna parte, salió volando por encima de las tortugas, cayendo en una duna que afortunadamente le amortiguó la caída. Quería ponerse de pié pero no podía porque se resbalaba hundiéndose una y otra vez. Cuando llegué para ayudarla a levantarse, dijo "Estas tortugas son locas, les hemos enseñado a jalar el carruaje y a frenar con decencia pero no aprenden. Claro que también venían muy rápido, es mejor no culparlas" añadió limpiando su vestido y su chal, quitándose del pelo y las mejillas granitos de arena que se habían quedado pegados allí. De repente miré sus ojos, descubriendo un lago en ellos "Sus ojos son de agua, hay mucha vida ahí. Si ustéd quisiera, podría darle agua a este desierto" le dije. "No se como hacerlo" contestó. "Con una lágrima. Solo una lágrima suya transformaría el desierto en pura mar, pero no, ustéd no debe llorar, las princesas no pueden llorar" le expliqué. "Eso es cierto. Padre me ha dicho que una lágrima mia vale todo el universo y por eso me ha prohibido que llore" argumentó. "Sin embargo debería intentarlo. Si aquí se formara un mar, la gente vendría a beber y calmaría la sed. Dejarían de sufrir". "Pero es que yo no puedo desobedecer a mi padre. Para llorar tendría que irle a pedir permiso y el no está. Se fué a los hielos del Ruiz porque quiere importar agua de allá y no se cuando volverá" dijo. "Que pesar. Es una lástima no poder hacer un mar aquí" añadí con pesadumbre. "Si" contestó ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario