miércoles, 13 de julio de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 11 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)




Aquellas danzas y cantos duraron cerca de tres horas, hasta cuando los sacerdotes, poseídos por fuerzas desconocidas se acercaron a la piedra donde el niño estaba amarrado.

Uno de ellos le abrió de un solo golpe el pecho con el cuchillo, en medio de un berrido espantoso del adolescente que golpeó las montañas, estremeciéndolas y paralizando el bosque que enmudeció largo rato mientras las nubes huían a lugares mas tranquilos evitando ver semejante trance.

Le arrancaron apresuradamente el corazón tan palpitante con el que salió a la puerta del templo levantando los brazos para que todo el pueblo lo viera y lo adorara.

El pueblo entonces se echó en tierra bendiciendo el sacrificio, mientras el sacerdote mordía y tragaba un pedazo de corazón, siendo imitado por los otros Jeques que ya habían recogido la sangre del niño en totumas, bebiendo largos sorbos con expresiones alucinadas y ofreciéndola al cacique y a las bailarinas que la tomaban con ansia y sensualismo.. Algunos guerreros también se acercaban a beber un sorbo de aquella sangre de sol, sintiéndose poderosos e invencibles porque habían sido bendecidos por el dios. Luego se retiraban a sus lugares, mirando la sangre que había caído en sus vestiduras. "Somos héroes de dios" pensaban dichosos.

Entonces los Jeques, bendecidos por Xué, volvieron al cuerpo del niño para terminar de destrozarlo y entregarlo al pueblo que lo repartía en un festín y griterío inolvidable, comiéndose su carne entre forcejeos y brutalidades.

El alboroto era indescriptible.

En ese momento Bachué les dijo a Millaray y a Cajamarca "Subamos al cóndor y volemos encima del pueblo para que crean que somos enviados del sol. Así hablaremos fácilmente con los sacerdotes. Nos dirán sin problemas donde queda la montaña brillante". "Como ustéd diga, diosa" contestó Cajamarca subiendo a las espaldas del ave que se preparaba para deslizarse en el espacio frio de la mañana.

El cóndor tomó impulso dejándose ir entre un bullicioso aleteo que las tribus escucharon sorprendidas. Al verlo empezaron a gritar "Hijos del sol, hijos del sol no se vayan. Acompáñenos otro rato. El sacrificio sin ustedes no vale nada. No se vayan, no se vayan" gritaban saltando y silbando, muchos untados con la sangre del niño.

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