domingo, 17 de julio de 2011







"Hijosdel sol, hijos del sol no se vayan. Acompáñenos otro rato. El sacrificio sin ustedes no vale nada. No se vayan, no se vayan" gritaban saltando y silbando, muchos untados con la sangre del niño.

Entonces el buitre planeó varias veces sobre la muchedumbre, bajando despacioso a un lado del templo donde la gente le abrió espacio aplaudiendo, gritando y acercándose entre apretones y empujones porque querían ser los primeros en tocar al pájaro de las estrellas y a los hijos del sol.

Los sacerdotes oyendo semejante algarabía, salieron del templo caminando hácia atrás para no cometer el sacrilegio de darle la espalda al sol de oro del templo. Se acercaron a la multitud a ver que era lo que pasaba en los alrededores, y al ver al inmenso pájaro casi tapando la entrada, se echaron en tierra al instante adorando la visita porque comprendieron que había llegado el pájaro de las estrellas a saludarlos a causa del sacrificio recientemente hecho. Era el pájaro de fuego, no había duda, y lo mejor de todo era que ahí venían los verdaderos hijos del sol. "Que alegría, eso solo nos pasa a nosotros. Estamos en contacto directo con los dioses y debemos adorarlos como nunca lo hemos hecho" murmuraban entre ellos todavía echados en tierra y sin atreverse a levantar la vista.

entonces Cajamarca y Millaray saltaron al suelo, acercándose a los sacerdotes que ahora retrocedían miedosos al verse tan cerca de aquellos divinos seres llegados del espacio. "Bendecidos por el sol serán ustedes ahora y siempre, venerables sacerdotes, por los sacrificios que continuamente hacen en su nombre. Xué está felíz porque ustedes lo quieren y lo respetan. Porque adoran su poder, su luz y su calor. A eso hemos venido, a traerles el mensaje de agradecimiento de nuestro padre que nunca los olvida.

"Entren, entren al templo celestiales seres, para que lo bendigan con su presencia" dijo uno de los sacerdotes a Millaray y a Cajamarca. Y como Bachué, que se había quedado encima del cóndor, les hizo señas de que entraran, los jóvenes caminaron al interior donde se inclinaron frente a la piedra ensangrentada y frente al inmenso sol de oro que brillaba intenso con la luz de las antorchas y de las fogatas.

Cajamarca y Millaray caminaron poco allí porque el espacio no era muy grande. "También hemos venido a preguntarles algo" dijo de pronto Millaray acercándose a los Jeques. "Pregunte lo que quiera, divina criatura" respondió uno de ellos acercándose a la piedra de los sacrificios. "Donde queda la montaña brillante?" interrogó la muchacha mirando las caras ensangrentadas de los sacerdotes. "No, no. No pueden hacernos esa pregunta y mucho menos podemos responderla" dijo el sacerdote con la cara congestionada y enrojecida, como si un horrible secreto le impidiera hablar sobre eso...





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