Entonces Millaray que se sentía mirada por aquella gente, queriendo oirle la voz y verle sus gestos, dijo "Invoquemos al dios Are para que nos de permiso de estar aquí y para que nos diga donde encontraremos al joven Zarva". Y el anciano, sin hacerse esperar, ordenó a algunos guerreros y varias mujeres que trajeran palos, troncos, ramas, hojas con el fin de hacer tres fogatas que le llamarían la atención a Are con el fuego y con el humo. Además fueron a una choza de donde trajeron aceites que derramarían en las fogatas. Allí se quemarían volviendo fragante el aire. Algunas niñas fueron por ahí cerca, recogiendo las flores silvestres que encontraban, poniéndolas junto a las fogatas para que Are se sintiera agradado.
Nadie se iba, al contrario, habían venido todos desde el pueblo, de los sembrados y de las minas donde habían estado arrancando papas y sacando esmeraldas. Querían ver a los recién llegados hacer el sacrificio a su dios.
cuando las fogatas ardieron poderosas, sopladas por el viento de las montañas, los viejos, los guerreros y las mujeres iniciaron una danza larga, entonando canciones y plegarias invocando a Are muy inclinados a la tierra tocando pequeños tambores que despertarían los poderes terrestres. Cajamarca y Millaray se mezclaron con los danzarines llevando el ritmo todo el tiempo hasta que pasó mas de una hora empezando a cansarse por tanto movimiento.
Entonces increiblemente escucharon una voz llegada de las nubes que decía "Los recién llegados también son hijos mios como lo sois todos vosotros, Muzos. Yo soy Are, y ellos, pueblo mio, merecen su respeto y su atención. Deben ayudarles en todo lo que necesiten. Antes de regresar al cielo, debo decirles que para encontrar al joven Zarva, deben ir al rio Minero, meterse en el y llamarlo hasta que se canse de oirlos. Entonces aparecerá y podrán hablarle y pedirle la flor prodigiosa que andan buscando ahora. Gracias por haberme invocado, no me olviden y hagan plegarias por mi".
Y la voz se perdió.
Entonces la gente, felíz de haber escuchado a su dios, rodearon mas al cóndor, a Cajamarca y a Millaray porque ahora tenían la seguridad que eran hijos de Are, y no querían perderlos. "Vamos, vamos al pueblo adorados jóvenes. Deben tener hambre, sueño y cansancio y por eso tienen que reponerse, antes de buscar al joven Zarva que ya debe saber que lo andan buscando".
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