sábado, 24 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 14 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


La diosa escuchó de pronto sonidos de tambores y flautas en una canción festiva que llenaba la sangre de calor y alegría. Eran los indios Coyaimas, músicos reconocidos en gran parte de Columbus. Interpretaban música fiestera entre la gente que les abría paso para verlos y escucharlos. Eran conocidos en el imperio indio por ser los mejores fabricantes de alpargates distribuidos en las regiones cercanas. Raza paciente, observadora, de frente mediana, pelo muy negro y ojos agudos. le traían a Tulima diez pares de ellos, finamente trabajados con fibras traídas del reino del Amazonas, del país de los llanos y del Arauca, con los que comerciaban oro en polvo y en lingotes y lanzas de bronce a cambio de pumas y pájaros de mil colores. La diosa de una vez se midió un par y dijo: "Estas alpargatas las coleccionaré para que las futuras generaciones recuerden los oficios Pijaos. Oficios sanos, sencillos pero nobles.

Se los quitó doblándolos, sintiéndoles la suavidad mientras el elefante pateaba el hielo con su mano derecha.

Calarcá, el gran guerrero estaba serio y observador junto a su amigo Ibagué que muy juicioso le recibía los regalos a Tulima acomodándolos en el costal puesto en las ancas de su caballo Cuminao. Vió a Yexalen dichosa al lado de la diosa, y como ya estaba cansado de pie, saltó a su caballo y se quedó ahí mientras miraba a los Pijaos hablar, reir, emborracharse, adorar, gritar, silbar . . .

Los Natagaimas, vecinos de los Coyaimas eran expertos en la fabricación de tabacos de todos los tamaños y sabores. Por eso eran tan amigos del mago mohán, gran fumador y mujeriego al que seguidamente le enviaban bultos de tabacos de buena calidad. En este momento debía estar en el país del cacique Cajamarca con la princesa Millaray, con el cóndor de los Andes que los llevó desde el nevado hasta allá, y con su amiga Madremonte que casi nunca lo dejaba solo.

Como los Natagaimas sabían que la diosa Tulima no fumaba y que sería de mal gusto regalarle tabacos, le obsequiaron un anillo de oro con un diamante esmerilado. Era un anillo delicado que la diosa se puso en su dedo anular diciendo: "Cualquier mujer se enloquecería con un anillo así, gracias indios Natagaimas"

El sol estaba alto y nadie sentía frio en la montaña blanca. Tampoco sentían hambre, Eso era lo de menos.

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