domingo, 11 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 5 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Despues Millaray miró al cóndor a unos treinta metros. Se estaba comiendo una gacela que un Panche le había traído de un bosque cercano. Sonrió al verlo, y volteando a mirar a Mohán y a Madremonte que hablaban en murmullos, les dijo: "Si quieren viajar conmigo, vengan. En el cóndor hay espacio para todos. Voy a las propiedades del cacique Cajamarca que me mandó llamar. Me dijeron que está enfermo". El cóndor sacudió las alas y gritó "Gggggggrrrrrrrrrr". Estaba afanado y necesitaba un descanso.
Entonces la joven se acercó a Ibagué y le dijo: "Padre, tengo que irme. Solo vine a saludarlo y a saludar a mi pueblo porque hacía días no los veía. Mi amigo Cajamarca me está esperando, tengo que ir a ver que le pasa". "Como quieras. Nosotros seguiremos, conociendo éstas regiones. Esperános allá, no demoraremos en llegar".
Millaray miró a Mohán y a Madremonte para ver que le decían de la invitación a las tierras del cacique Cajamarca. Madremonte le dijo "Si. Te acompañaremos. Mohán dice que irá porque una aventura así no se puede perder. Volar en un cóndor no es algo de todos los días".
Entonces la joven se despidió de su padre que la abrazó fuerte, dejando que su lanza cayera en el hielo. Millaray cogió de las manos a Mohán y a Madremonte jalándolos hasta donde estaba el ave que los miró estrujando las alas.
La princesa tenía un vestido de lana de ovejo, tejido por los nativos de Murillo. Se lo regalaron cuando visitó la montaña del Ruiz, seis meses atrás. Llevaba una diadema de oro con esmeraldas, lo mismo que pulseras y aretes. Tenía los ojos algo rasgados, diecisiete años y risa de cristal. Mohán la miraba seguido y pensaba mirando la altura "Esta muchacha está linda, tendrá que ser mia" y seguía fumando su tabaco calmando la emoción. Fumaba también para calentarse porque los hielos lo entumecían.
La diosa Madremonte también temblaba, se le estrellaban los dientes. Dijo con afan: "Vámonos princesa que nos vamos a congelar".
El cóndor dejó caer su ala izquierda para que los viajeros se agarraran y subieran a sus costillas. se veían insignificantes debajo de ese animal que les causaba atractivo y hasta espanto.
Entre el viento congelante y la neblina, se sostuvieron de las gruesas plumas mientras el buitre subía el ala a su espinazo. Por fin la princesa, la diosa y el mago, pudieron acomodarse. El ave se preparaba para hacerle frente al viento. Levantaron las manos despidiéndose de la muchedumbre que gritaba en un vocerío impresionante. Alzaban las lanzas, los escudos, los arcos, las flechas gritando "Adios princesa, adios Madremonte, adios Mohán", mientras Ibagué se cobijaba una ruana que su amiga Yexalen le había traído para que dejara de temblar.
Ya acomodados, los viajeros quedaron como tres piojos en las costillas de un pájaro. El cóndor se impulsó y desplegó las alas en un impulso que lo elevó encima del hielo. cuando estuvo a cuarenta metros, la princesa le dijo acercándosele a la cabeza: "Cóndor, cóndor no se vaya todavía. Devuélvase y vuele encima de los guerreros porque queda mal irnos así, de una vez". entonces el ave giró regresando a donde estaba la muchedumbre, voló una, dos y tres veces en círculo mientras el pueblo gritaba y saltaba. Después se elevó, se fue al oriente deslizándose en el espacio blanco hasta perderse de vista entre nubes amarillas.
Entonces, ya sin su princesa y sin sus amigos, la muchedumbre se preparó a marchar a las propiedades del cacique Cajamarca con su cargamento de oro y piedras preciosas, encima de mil doscientas mulas afanadas.

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