viernes, 14 de mayo de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 27 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


El dios Takima.
Era la suprema deidad de los indígenas Arawak.
Tenía cuerpo de hombre y rostro de pájaro, cosa que sobrecogió a los pijaos. Se quedaron mirándolo sin comprender por qué aquel dios tenía la cara así de extraña. se preguntaban: "Porqué le faltarán las alas y por qué no volará?". Habían visto cosas prodigiosas y viendo a Takima volvieron a sorprenderse pero no tanto como para enloquecerse, de modo que se estuvieron tranquilos observando lo que pasaba. Takima era también el jefe de los pájaros y conocía su canto. Podía comunicarse con ellos en cualquier situación. Les pedía su ayuda, su colaboración en las dificultades. "Vengan, vengan pájaros que los necesito", les gritaba con voz chillante. Con ellas enviaba mensajes a cualquier lugar a traves del canto y del vuelo.
Venía cobijado con una manta blanca de algodón desde los hombros hasta los pies y como los otros dioses, tenía la vara del poder en su mano izquierda. Sus ojos eran penetrantes e intensos y podía ver una hormiga a once kilómetros de distancia. Vivía en una choza de guaduas y bambú en un árbol de roble poderoso y grande, abajo de Ciudad Perdida.
Cuando tenía cosas que resolver o afán de ir a alguna parte, se sentaba a la puerta de su vivienda y concentrándose, los vellos de su cuerpo se paraban convirtiéndose en plumas. Sus brazos se transformaban en alas también emplumadas, su cuello se adelgazaba, su estómago se reducía y su pecho se inflaba, quedando convertido en un águila de color café que impulsándose desde su puerta extendía las alas elevándose en el aire frío de la región donde vivía. Así visitaba cualquier lugar, y así había llegado al nevado del Tolima en un vuelo vigoroso desde los mares del norte de amerindia.
Ahora reposado, había entrado a la caverna montado en su elefante blanco pero con cuerpo de hombre. Lo que lo hacía ver raro era su cara de pájaro que todos querían verle de cerca, y para eso se empujaban y forcejeaban, gritando y pidiendo espacio en las rocas que los aprisionaban. el levantó las manos pidiéndoles cordura, "Cálmense, cálmense", cosa que los Pijaos entendieron y por eso se tranquilizaron.
Takima saludó a Bachué y a Bochica de los que era gran amigo, "Es un gusto volver a verlos, dioses. Desde cuando me visitaron en el desierto de la Guajira no he podido olvidarlos por los prodigios que hicieron allí. Cuando nos desocupemos podemos hablar un rato y ponernos de acuerdo para reunirnos otra vez. Puede ser a la orilla del mar o en Bacatá, o si quieren en el amazonas donde hay tantos pájaros que quiero ver". "Si Takima, es un gusto vernos otra vez", dijo Bachué. "De aquí a un rato hablaremos". "Si Takima, me gusta volver a verlo", dijo también Bochica. Takima les picó un ojo, abrió el pico y siguió en su elefante que caminaba lento encima de las arenas, moviendo las orejas reclamando espacio. al pasar frente a Nemequene, Tisquesusa y Quemuenchatocha, los saludó acomodándose al lado de quemuenchatocha que ni siquiera volteó la cabeza. Parecía una esfinge muda y petrificada en medio de semejante actividad.
Takima quería saludar también al gran brujo Huenuman que hacía mas de ochocientos años le había enseñado las artes mágicas que él ahora empleaba, pero quien sabe si eso sería posible.

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