lunes, 17 de mayo de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 28 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Al dios Takima lo acompañaba Inhimpitu, diosa y madre tribal de los arawak. Tenía la apariencia de una muchacha de diecisiete años. Sus ojos eran rasgados, su piel morena, sus cabellos negros y su sonrisa una fiesta. Tenía como casi todos, una corona de oro con siete esmeraldas en los rayos. Su vestido era de colores y le iba desde el cuello hasta los pies en los que llevaba sandalias de piel de culebra. Tenía la cara pintada con rayitas artísticas y con pequeñas manchitas de colores. Todos decián "tiene mas de setecientos cuarenta y nueve años", y se transformaba en niña cuando quería.
Se había formado asexuadamente y con el correr de los años fue madre de los héroes y dioses que hicieron el sol, la luna y las estrellas cuando no existía el tiempo ni tampoco la luz, y que cuando terminaron la obra se fueron al cielo montados en una nave iluminada. Jamás volvió a verlos pero se comunicaba con ellos entonando cantos de pájaros.
Una noche, cuando la luna iluminó con sus colores perlados, Inhimpitu puso un huevo semejante al huevo de un pavo real. Lo dejó entre las piedras y la arena a la orilla de un río tranquilo. De ese huevo nació una niña que creció quince centímetros en menos de quince minutos. Corrió al bohio donde estaba su madre barriendo el patio con ramas de verbena. De inmediato la madre comprendió el destino de aquella criatura y sin dudar le puso un collar de perlas finas que tenía un diamante semejante a un sol. Esa piedra era el diamante del poder. Ser su dueño era convertirse en jefe de los dioses y padre o madre de los hombres. "Tu nombre será Luz de sol", le dijo la madre besándola sin parar.
Un día la niña salió por los alrededores del bosque, jugó con piedras y palitos y se montó en un pavo real que le llamó la atención por su belleza. "Tan linda esta ave", pensó, y haciéndola correr entre los árboles, los troncos y las piedras, se perdió definitivamente entre otros bosques de Columbus. "Tengo que hacerle caso a los mandatos de mi sangre. No se a donde voy, pero debo alejarme de aquí", dijo la niña y siguió veloz en el pavo real.
Su madre la buscó enloquecida en los ríos y en el viento, la buscó en los bosques y en los valles, en las montañas y en los lagos pero nada, "Dónde estará, que se habrá hecho", pensaba enajenada. Caminó debajo de aguaceros y en medio de los rayos. Navegó con las nubes pero no la encontró a pesar de ser una diosa. Se cansó resignándose a su suerte y a su soledad. "El universo me la devolverá en su tiempo". Comprendió que su niña era mas poderosa que ella, de tal modo que siguió viviendo y dejando que las cosas pasaran.

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