lunes, 24 de mayo de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 32 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao).


El gran brujo Huenuman, el único que no había logrado entrar a la caverna en el atropello de los Pijaos por librarse del terremoto. Aquel que caminaba en el hielo esperando a que los Pijaos salieran y que estaba acompañado del león de melena roja, percibió que todos los que estaban en la caverna se habían convertido en estatuas de oro y esmeralda. Como la montaña blanca se derretía acelerada dejando las rocas y los valles desiertos, Huenuman supo por éstas manifestaciones, que el pueblo Pijao había sido petrificado por una fuerza desconocida. Eso ya había ocurrido hacía mas de seis mil doscientos años en una reunión de los pueblos de aquí, de acuerdo a las leyendas circulantes por las regiones de Amerindia.
Ahora el brujo Huenuman debía rescatar al pueblo y volverlo a la vida practicando sacrificios para que los altos dioses escucharan sus pedidos. Seguro por eso la naturaleza no le había permitido entrar a la caverna, dejándolo afuera para que se convirtiera en testigo de la tragedia y a la vez su salvador. "Ahora me doy cuenta que tengo que regresarlos a la vida pero eso no puedo hacerlo yo solo. Tengo que traer al Mago Mohán y a la diosa Madremonte para que me ayuden con sus conjuros, sus aquelarres y sus juramentos . . .Abrir el nevado y sacar a la gente no es fácil. Necesito esa ayuda".
Se acordó que Mohán y Madremonte habían viajado con la princesa Millaray en las costillas del cóndor de los andes a las propiedades del cacique Cajamarca donde esperaban a que Ibagué y los Panches llegaran porque querían fundar una ciudad.
debía irse ya a las regiones bajas, la situación no daba espera.
Se agachó acariciando al león que bostezaba profundo. Lo miró sereno diciéndole: "Tendrás que correr con todas tus fuerzas entre los bosques y los abismos. Me montaré en tu lomo y me llevarás como el viento. Necesito encontrar a Mohán y a Madremonte para que vengan a salvar la gente". El león dijo "Yo sabía que esto pasaría porque el nevado es un encanto que todo lo convierte en oro y todo lo guarda. Si quiere vámonos ya". "Si, vámonos ya. Deja que me monte en tu espalda y me asegure". "Móntese y agárrese de mi melena para que no se caiga".
Huenuman se quitó una de las dos ruanas, la dobló poniéndola en las costillas del león para no tallarse. Se acercó a la fiera montándose en el lomo y acomodándose se tendió un poco para sostenerse de la roja melena. Ya listo, respiró profundo diciendo: "Puedes seguir". "Bueno", contestó el león rugiendo suave, cogiendo impulso para iniciar el viaje hasta las propiedades del cacique Cajamarca.
Todavía bajaban gruesos arroyos por el deshielo. Le impedían al león una carrera normal pero se dio mañas dejándose deslizar por la superficie hasta que en poco tiempo se metió en un amplio valle de frailejones, musgos, líquenes y orquídeas. Allí pudo correr veloz olfateando el aire para encontrar la dirección correcta.
Huenuman no iba muy cómodo pero se dijo "Tengo que aguantar" y relajándose se mantuvo en las costillas felinas . . .

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