miércoles, 26 de mayo de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 33 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Huenuman no iba muy cómodo pero se dijo "Tengo que aguantar" y relajándose se mantuvo en las costillas felinas mientras el león saltaba encima de las piedras y los troncos, subía por los barrancos dejándose caer desde lo alto para seguir, despues de hora y media, entre eucaliptos, altas palmas, algarrobos, pinos y laureles.
Estaba haciendo mucho frío y el cielo era blanco y congelante. La tierra era sola en éstos lugares, porque los habitantes de aquí y de las regiones vecinas habían quedado paralizados en el nevado. Un viento fuerte se metía en la piel del brujo y del león haciéndolos estremecer y amoratar. Les movía el cabello y la melena dejándoles la escarcha pegada que ellos se quitaban sacudiéndose. Sentían penetramiento en las narices y de sus bocas salía उन्वाहोespeso que se perdía en el aire. "Está haciendo mucho frío aquí", dijo el león. "Si", respondió Huenuman bajándose de las costillas de su amigo para descansar unpoco.
Caminaron en medio del bosque orientándose con la luz de las rendijas de las nubes. Ya se hacía tarde. Tenían que encontrar un lugar que los protegiera del helaje y del sereno de la noche. Era mejor parar y descansar para seguir al otro día.
Mas allá encontraron una cueva que les podía servir. Cruzaron entre malezas y palos podridos hasta llegar a la grande boca de piedra. Huenuman se asomó dándose cuenta que ese era el sitio preciso para dormir tranquilo toda la noche. Miró atento para ver si habían bichos venenosos. Vió decenas de alacranes y tarántulas paseándose entre las grietas y sobre las piedras. "Hay que sacarlos de aquí rápidamente. Necesito candela para que huyan", pensó el brujo. Cogió un poncho de algodón que llevaba debajo de la ruana, lo enrolló en un palo grueso y soplando originó un fuego amarillo azuloso no quemante pero que iluminaba potente. "Esta antorcha me ayudará", pensó.
Entró a la cueva y acercándola a las paredes, al techo, al suelo, hizo que mas de doscientos bichos negros, peludos salieran escabulléndose de la luz y del calor. "Ah, eso era lo que querían", dijo el brujo animado. El león al verlos entre la maleza y encima de las piedras brincó alterado evitándolos. "Esta plaga quiere matarme y eso no pasará", dijo saltando nervioso entre los troncos.
cuando Huenuman vió que la cueva había quedado limpia, salió a buscar hojas secas que le sirvieran de cama. "Necesito una buena blandura". Se fue por la derecha observando como la neblina tapaba los árboles. Se agachó, dió vueltas, levantó la cabeza examinando a lo alto, caminó despacio entre las yerbas llegando con un brazado de hojas algodonosas al borde de la boca de piedra. Entró tirándolas al suelo y extendiéndolas. El león lo miraba. Bostezó largo, se lamió el hocico y se tendió a la entrada protegiendo a su amigo que ya descansaba despues de dejar la antorcha prendida en un hueco alto para que los alumbrara toda la noche. "Tengo hambre" dijo el león acomodándo las patas entre dos troncos. "Yo también pero aguantaré hasta mañana", contestó Huenuman tocando al león con los pies dándose calor.
el león también cerró los ojos pensando en su leona. Se quedaron dormidos mientras las horas pasaban barriendo los árboles y las montañas.

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