lunes, 12 de julio de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 61 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Entonces nosotros aprovecharemos y nos iremos con ustedes ya que vamos a la misma parte" propuso el cacique Nemequene abrazando a su capitán de ejércitos Tisquesusa. "Claro gran jefe Nemequene, nos iremos los cuatro en la nube no faltaba mas. Miren allá viene una de color verde que nos llevará rápido" dijo Bochica con la mirada profunda. "Nube verde, nube verde le ordeno que se detenga y baje aquí" le gritó la diosa Bachué. La nube bajó lenta al lado de rocas no muy altas pero blancas por la nieve que no dejaba de caer. Se puso frente al grupo callado que observaba el extraño carro aéreo.
Entonces la diosa Bachué aprovechando su carruaje abrazó y besó a todos entre sonrisas y palabras. "Adios, adios. Gracias por las cosas lindas que han pasado y gracias a usted señor de la fuerza y del poder por volver el nevado a la normalidad. "Adios, adios" decía el dios Bochica subiéndose a la nube de un salto, alargando el brazo para ayudar a Bachué mientras Nemequene y Tisquesusa brincaban desde la roca en la que se habían parado. Se acomodaron en las cavidades del nubarrón estirando las piernas y los brazos. Acomodaron los regalos y esperaron a que la nube se elevara. El nimbo cubrió a los viajeros elevandose semejante a un globo, convirtiéndose en un punto verde perdido a lo lejos detrás de otras montañas.
"Nosotros también tenemos que irnos" dijo el dios Takima bajando los ojos del espacio. "Llevaré en las espaldas a mis amigos Seraira y Moró que no tienen transporte y porque vivimos cerca.
Ustedes saben que cuando viajo aprovecho mis facultades, me transformo en águila y vuelo como flecha de modo que tampoco tendremos problemas para llegar a nuestro país.
Se acercó despidiéndose con abrazos dando suaves picotazos en las mejillas, en el cuello sin hablar mucho porque el sentir lo dominaba y no quería que le vieran lágrimas. Los caciques Seraira y Moró se despidieron también siguiendo a Takima que se había subido en una roca para transformarse en águila y comenzar el vuelo. Agachó su cabeza de pájaro, extendió los brazos, tensó los nervios y los músculos, respiró profundo concentrándose de tal modo que en menos de dos minutos su cuerpo creció llenándose de plumas de colores.
Los brazos se le transformaron en alas de color azul, verde y rojo y sus piernas en patas delgadas y garras, junto con una cola para girar, ascender y hacer malabarismos. Su cara de pájaro se le fue cambiando a cara de águila con ojos penetrantes capaces de ver un ratón a cinco kilómetros. su olfato se agudizó, podía oler las carroñas a siete u ocho kilómetros. De repente gritó loco en la roca como grita un águila y entonces Seraira y Moró se encaramaron en sus costillas despues de que Takima se hubiera agachado.
Listos para el viaje que los llevaría al mar del norte de Amerindia, el águila extendió las alas, se impulsó dejándose ir suave y poderoso al espacio frio de esa tarde. Se fueron entre potentes aletazos en medio de las nubes destrozadas hasta perderse mas allá de las montañas entre las neblinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario