lunes, 20 de diciembre de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 134 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



"Entonces vámonos ya. No nos demoremos" dijo el cóndor esponjando su plumaje.
Cajamarca había alistado en pocos minutos las cosas que llevarían. Por eso fueron al rancho de Ibagué y Yexalen a despedirse. Los encontraron despiertos, sentados en sillas forradas con pieles de ovejo, hablando de los funerales de Pucharma. "Hasta luego padre vamos a ir al pueblo de los Combeimas a ver si encontramos a la niña Luz de Sol" le dijo Millaray poniendo las manos en una columna que ayudaba a sostener el techo. "Te vas otra vez?". "Si padre, esa es mi obligación. Ya estamos listos con Cajamarca y el cóndor, que nos está esperando ahí afuera. Hasta luego Yexalen" le dijo a su amiga acercándose y dándole un beso en la mejilla. "Que puedo decirte? Solo deseo que te vaya bien donde quiera que estés, linda princesa". Cajamarca había llegado también arrastrando las alpargatas para quitarles el barro que se les había pegado "Cacique Ibagué y Yexalen, buenos dias como amanecieron? Nos vamos a las tierras de los Combeimas porque Millaray dice que allá encontraremos a la niña Luz de Sol que tanto hemos buscado". "Pero esperen llevan algo de comer" les dijo Yexalen parándose afanada y buscando una ruana con la que se cobijó. "Ya tenemos empacada comida y otras cosas. Vean" explicó Cajamarca señalando el joto que llevaba en la espalda. "Bueno, entonces esperen los acompañamos hasta donde está el cóndor" y salieron los cuatro caminando hasta donde se encontraba el buitre sacudiendo las alas, ansioso de volar. Al verlos bajó el ala derecha diciendo "Montese princesa y usted también joven Cajamarca. Ya estoy listo para el viaje". Cargaron las flechas, una lanza, dos ruanas y el joto, y sujetándose del ala se dejaron llevar hasta la espalda donde se acomodaron abrigándose con las ruanas. Abajo Ibagué y Yexalen parados en las puntas de sus pies les decían "Adios" moviendo las manos, mientras el buitre se levantaba en su vuelo, navegando en el aire todavía frio de la mañana.
Muchos indígenas salieron a las puertas de las chozas y a las callecitas a despedirse de su princesa y de su antiguo cacique "Adios princesa Millaray, adios joven Cajamarca. Que los dioses los protejan y los ayuden" dijeron estirándose. Muchos alistaban hachas de piedra con las que rajarían la leña para cocinar los alimentos. Otros entraban palos y troncos poniéndolos cerca a los fogones para que se secaran rápido.

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