miércoles, 5 de enero de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 139 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Buscó la dirección concentrándose y dirigiéndose a las tierras calientes al oriente de la nació Pijao donde sin dificultades encontrarían la tribu de los Cundayes.
Del pueblo de los Combeimas hasta esa tribu había harta tierra.
El viaje fue suave y rápido y como se iban calentando a medida que bajaban, sintieron ánimos y mas energía. Cóndor aleteaba ligero y potente, de modo que les rindió la travesía. En veinticinco minutos pasaron por encima de la tribu de los Yaporoges en Espinal, que en dias pasados habían querido sacrificarlos por haberles llevado allí la Patasola a la que le tenían gran pavor porque estaban seguros que tenía pactos con el demonio. "Se acuerdan que aquí convertimos a la tribu en estatuas porque quisieron matarnos?" dijo Rayo de Luna somándose entre las plumas del cóndor. "Si, pájaro de mil colores. Ustéd nos salvó aquí. Si ve que los hombres dejaron de ser estatuas y ahora saltan, nos señalan y nos miran?". "Cuidado, cuidado. Nos están tirando flechas. Claro, se acordaron de nosotros y quieren matarnos" gritó el cóndor acelerando el vuelo y elevándose, impidiendo que alguna flecha se les clavara.
Siguieron volando vertiginosos, hasta que en cuarenta minutos llegaron al caserío de los Cundayes a los que veían desde arriba, muy extraños y feroces. "Por qué tienen la cabeza tan deforme?" preguntó Rayo de Luna. "Ah, lo que pasa es que se desfiguran la cabeza desde niños, amarrándose tablas que les tuercen los huesos. Así aparentan salvajismo y mucha ferocidad, dándole temor a los enemigos. Además se quiebran la naríz doblándola para que se les tuerza también. Eso amedrenta a los invasores que han querido robarle sus tierras". "Bajemos. Si ven que nos están llamando?". "Pero serán realmente peligrosos?" preguntó Millaray. "Pienso que no. Además somos del mismo clan. Ven que se pintan igual que nosotros y que la mayoría están desnudos?". "Si, entonces bajemos. Si nos atacan, ustéd nos salva, Rayo de Luna". "Claro, para eso estoy" respondió el pájaro agarrándose de las plumas del pescuezo del buitre. "Además yo también los protegeré" les dijo el Tunjo asomándose entre los pliegues de la ruana y metiéndose otra vez porque ahí se sentía calientico.
Cóndor descendió pisando un terreno cubierto de pasto y baja maleza. Al verlos allí, la tribu se vino corriendo, rodeándolos. Eran mas de cinco mil indígenas asombrados, viendo a un buitre tan grande trayendo en su espalda a los viajeros. No hacían sino mirar recelosos, sin atreverse a decir nada pero dispuestos a empezar cualquier pelea por si acaso.

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