miércoles, 23 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 167 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Venir a verte es un honor bella princesa, porque con el tiempo serás diosa de los dioses y por eso quiero ser un íntimo amigo tuyo antes de que eso pase".
Entonces Yexalen y el cacique Ibagué, invitaron a todos a sentarse en las bancas, en los troncos y en el suelo, porque las adolescentes y también los muchachos del pueblo iban a danzar para ofrecer u homenaje a los visitantes. De modo que mientras los bailarines llegaban, estuvieron un ratico solos, mirados por la tribu, que estaba por fuera y por dentro alrededor de la maloca. "viva la princesa Millaray" gritó de pronto alguno, animado por la chicha que ya corría entre todos como agua. "Que viva, que viva" gritaban contentos. "Que viva Mohán, que viva Madremonte, que viva Huenuman y el joven Cajamarca" gritaba otro entre una enorme algarabía. "Que vivan, que vivan, que vivan todos" y el ambiente se calentaba hasta que llegó una larga fila de muchachas y muchachos adolescentes desnudos y bellamente pintados, adornados además con pulseras, tobilleras, collares, diademas, aretes, narigueras, todo de oro y esmeraldas. Llevaban cada uno su antorcha, no muy grande, y una vara larga traída del monte que usarían en la danza y que habían pulido pacientemente con cuchillos de piedra.
A un lado de la maloca y cerca a los visitantes se habían instalado los músicos que estaban preparados para empezar a interpretar las danzas.
Una india madura de ojos brillantes y enorme sensualidad, con un diminuto guayuco de piel de oveja, salió de entre la multitud con una antorcha, encendiendo tres fogatas alistadas no muy lejos de los visitantes. Las encendió pronto con hojas y ramitas dejando que las llamas se elevaran, mientras los musicos empezaban a tocar los tambores, las flautas, las maracas, las charrascas y los cuernos, con ritmos nostálgicos al comienzo y que fueron alegrándose mientras los adolescentes bailaban alrededor de las fogatas contorsionando sus cuerpos y elevando los brazos, y las voces en cantos de pájaros y otros sonidos. Solo quedó la música y la danza en todo el caserío. La algarabía se acabó repentinamente porque la tribu quería mirar a los jovencitos y escucharles las canciones, cosa que solo se hacía en ocasiones de importancia.
Fue anocheciendo. Por entre los palos y guaduas de la maloca se metía el viento frio, casi helado, que hacía a muchos cobijarse con las ruanas. Tomaban chicha para calentarse y para estar alegres y en contacto con el todo.
La danza se hizo ligera. La música corría entre el viento y la noche. Nadie quería irse porque la visita de los jóvenes Cajamarca y Millaray, de los magos y el hada Madremonte, hacían aquel momento importante.

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