viernes, 24 de junio de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 5 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)



Le traían presentes como esmeraldas, diamantes y mucho oro, que el gran cacique Suamox recogía, llevándolos a su amplia choza, custodiada por guardias de mucha fuerza y confianza, y desde donde dirigía los destinos de los pueblos.

En los campos de los alrededores entrenaba a sus tropas que tenían como órden, mantener las normas y costumbres en los pueblos, y vigilar sus conductas para que no alteraran la buena marcha de las tribus. Cuidaban también los límites de sus territorios, evitando que tribus enemigas se apoderaran de ellos. Lamentablemente, se enfrentaban en crueles batallas con la federación del Zipa, que era también un Muisca y que vivía en Bacatá, y con la federación del zaque, un rey Muisca también y que tenía su poder en Hunza. Tenían batallas permanentes con las tribus del Tundama, también de la gran nación Muisca, pero cuando eran atacados por enemigos extraños como los Panches o cualquier tribu Pijao, se unían, olvidando los rencores y las diferencias con el fin de cuidar y mantener la unidad del imperio Muisca.

en fin, las tribus caminaban vocingleras por la chicha que tomaban y que guardaban en grandes calabazas de las que tomaban largos y continuos sorbos. Iban por los caminos gritando, cantando y silbando, cobijados con largas ruanas de colores, fabricadas con lana de ovejos que criaban por centenares en sus campos. Se iban reuniendo en las bajas colinas de los alrededores del templo, sentándose allí a esperar el nuevo día en que se haría la ceremonia al sol. Mientras tanto, algunos cazaban animales de monte en los alrededores. Las madres daban de comer a sus hijos llorones, acostándolos en las ruanas o en gruesas cobijas, encima del pasto. Muchos alistaban antorchas para iluminarse en la noche y otros traían leña, palos, troncos para hacer fogatas y calentarse esperando ver a la diosa Chia, La luna en lo alto de los cielos. La mayor parte de indios, tomaban chicha porque sabían que en su embriaguéz, podían comunicarse fácilmente con el dios Xué.

Ya iba llegando la noche.

el cóndor y los viajeros estaban ocultos entre algunos árboles

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