martes, 21 de junio de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 4 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)




Se durmieron profundo despues de haber comido carne de ovejo y yuca sancochada que Cajamarca cargaba en su joto, junto a otras cosas necesarias en sus viajes.

La diosa Bachué quien era la que menos dormía, veía los pueblos ocupados en trabajar la tierra. Mucho humo salía de las cocinas mientras la gente elevaba la vista para mirar al cóndor, pájaro al que nunca habían visto y que les parecía llegado del cielo, por su corpulencia y por la velocidad y fuerza con que volaba. Muchos se inclinaban a tierra adorándolo en silencio porque les parecía que era un sacrilegio seguirlo con la vista, mientras otros levantaban los brazos diciendo oraciones mágicas para que sus deseos fueran cumplidos en ese instante. Pero la enorme ave pasaba sobre ellos sin prestarles atención, y las tribus volvían a dar gracias al cielo por haberles permitido mirar, aunque solo hubiera sido un momento, esa divina aparición.

El vuelo fue rutinario.

Nada raro pasó hasta llegar al valle de Iraca donde el frio se acentuaba mas. "Hemos llegado a Sogamuxi" gritó de pronto el buitre sacudiéndose fuerte para sacar del sueño a sus viajeros. "Que?" respndió Cajamarca casi sin darse cuenta que había hablado con el pájaro. Comprendió que estaban en las tierras de los Muiscas, a donde su amiga, la diosa Chia y los otros dioses les habían aconsejado ir para conocer los secretos de los pueblos de allí y para que alguien les dijera donde podían encontrar la montaña brillante.

Finalmente terminó de despertarse viendo con curiosidad a muchos indígenas caminar por distintos caminos hasta un punto central donde había una construcción circular amplia de muchos colores, con techo de paja resistente , y encima de el, una especie de ancha y alta torre rodeada de columnas de madera y ventanas pequeñas. La construcción estaba bien cuidada y limpia. Tenía cuatro largos corredores de piedra, uno en el norte, uno en el sur, otro en el oriente y el último en el occidente, enmarcados con guaduas de dos metros, grabadas con dibujos y ornamentos de colores.

era el templo del sol. Lugar en el que debían estar para asistir a una de las ceremonias que los Jeques o sacerdotes celebrarían hoy, o al dia siguiente.

Los indígenas de la región y otras tribus vecinas venían semanalmente a hacerle sacrificios al dios Xué, el sol. Le traían presentes como esmeraldas, diamantes y mucho oro, que el gran cacique Suamox recogía llevándolos a su amplia choza, custodiada por guardias de mucha fuerza y confianza y desde donde dirigía los destinos de los pueblos.




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