domingo, 10 de julio de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 10 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de columbus)




Esos sacrificios de adolescentes se

realizaban cada ocho dias, cuando el sol alumbraba.

Suamox, el gran cacique, ayudado por los sacerdotes, recogió las ofrendas que el pueblo había traido, poniéndolas frente a un gigantesco sol de oro que los orfebres de la región fabricaron desde tiempos lejanos, exclusivamente para el templo.

cuando ya todo estuvo listo para empezar la ceremonia, varios grupos de jovencitas iniciaron una danza con pequeñas antorchas encendidas, que levantaban estirando los brazos. Lo hacían alrededor del templo, inclinándose frente a la gran entrada mientras los músicos sonaban los tambores, las flautas, las maracas, las charrascas y los cuernos, al lado de ellas.

Un poco mas retirados, otro grupo de jóvenes prendían fogatas grandes. Las mantenían vivas durante todo el rito porque habían traído abundante leña, palos y troncos. Todo el pueblo encendió mas antorchas poniéndolas en lo alto mientras decían roncos "Ho, ho ho,ho" implorando para que el dios los escuchara. Y seguían repitiendo la misma fórmula incansables todo el tiempo.

Los sacerdotes dentro del templo, lavaban una larga y plana piedra donde acostarían y amarrarían al niño fuertemente. La perfumaban y rodeaban con flores que las mujeres de las tribus habían traído como complemento y decoración para el sacrificio. Tomaron al niño de los brazos, acostándolo en la piedra y amarrándolo con lazos de fibra de maguey.

El niño estaba mudo y dócil. Se dejaba manipular sin decir ni una palabra, y sin llorar.

Seguidamente, en un recipiente de oro, encendieron carbones que en poco tiempo se pusieron incandescentes. Entonces derramaron sobre ellos una miel espesa y blanca que originaba un humo denso de buen aroma que todos querían aspirar porque su efecto los ponía en contacto con el todo. Los cinco sacerdotes y el cacique olieron el humo varias veces, empezando a bailar alrededor de la piedra, entonando cantos que las jovencitas danzantes acompañaban con sus voces.

Aquellas danzas y cantos duraron cerca de tres horas, hasta cuando los sacerdotes, poseidos por fuerzas desconocidas se acercaron a la piedra donde el niño estaba amarrado.

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