jueves, 22 de septiembre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 34



Se acomodó la ruana y las flechas, se terció en el hombro el joto que siempre llevaba, mientras Millaray cargaba al Tunjo envuelto en dos ruanas, llevando también en el hombro al pájaro de mil colores que iba y venía en actividad continua de sus alas.

Y salieron.

Ahí la gente agachó la cabeza en señal de respeto, porque no se atrevían a mirar de frente a aquellos seres divinos, posiblemente capaces de cosas extraordinarias.

El anciano jefe se acercó escoltado por cinco guerreros bien armados con flechas, cerbatanas y lanzas listas para ser usadas en cualquier momento por si acaso. Le dijeron a los jóvenes "Vamos a acompaarlos al rio Minero. No sabemos como encontrarán al joven Zarva, pero si estamos al corriente que nuestro dios are los guiará en todo momento para que sus deseos se cumplan". Y empezaron a caminar entre las chozas, desde las que la gente los miraba muy callados, poniéndoles las manos en la boca a los niños llorones para que no interrumpieran ese momento tan especial, hasta llegar al borde de la planicie donde empezaron a bajar entre barrizales, barrancos mojados debajo de árboles milenarios y entre piedras gigantescas que muchas veces les interrumpían el paso.

La muchedumbre se había quedado arriba en el poblado, y los ocho caminantes anduvieron por los caminos alrededor de hora y media hasta que vieron abajo un rio que en ese momento estaba crecido por las lluvias recientes "Es en ese rio en el que deben meterse para llamar a Zarva. Nosotros los acompañamos hasta aquí pero algunos guerreros los cuidarán desde lejos, mientras vigilan la montaña. Hasta luego divinos hijos de Are" se despidió el anciano mirándolos rápidamente, y sin añadir mas, voltearon en la dirección de donde habían venido, regresando a su pueblo y dejando a Cajamarca y a Millaray enrutados al rio, a donde siguieron, saltando entre los barrancos, por encima de troncos y piedras, llegando en poco tiempo a sus orillas que estaban arenosas, y resbalosas en muchas partes.

Tanto era el afan que tenía Millaray de encontrar a Zarva, que sin pensarlo se metió en el rio gritando "Zarva, Zarva nos han dicho que hablemos con ustéd. Venga con nossotros para que nos entregue la flor prodigiosa que ahora nosotros debemos tener. Venga, venga ya. Se lo ordenamos por el poder de Are". Pero nadie respondía.

Entonces Cajamarca también entro en el rio, llamando a zarva como lo hacía Millaray y aunque pasó largo rato, nadie llegó.

A las dos horas estaban cansados de gritar, y algo desilusionados, pero depronto sintieron un desvanecimiento que les oscurecía la mirada y les convulsionaba la respiración. Los músculos de sus piernas, de sus brazos y de todo su cuerpo se les debilitaron sin lograr controlarlos, y como alcanzaron a pensar que podrían ahogarse si caían al agua, de algún modo se dieron la mano, chapaliando desesperados, como si agonizaran, logrando finalmente alcanzar la orilla donde se dejaron caer sin problemas.

Les pasó entonces algo raro.

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