domingo, 25 de septiembre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 35



Los músculos de sus brazos, de sus piernas y de todo su cuerpo se les debilitaron sin lograr controlarlos, y como alcanzaron a pensar que podrían ahogarse si caían al gua, de algún modo se dieron la mano chapaliando desesperados como si agonizaran, logrando finalmente alcanzar la orilla donde se dejaron caer sin problemas.

Les pasó entonces algo raro.

Comprendieron en su alucinado estado, que una fuerza sobrenatural e incomprensible los trasladaba al pasado, en el que de inmediato iniciaron un viaje a velocidades inimaginables perdiendo el control sobre ellos mismos.

No podían hablar ni abrir los ojos. Vivian una sensación entre confusa, paralizante y gozosa que los mantenía impotentes porque no lograban moverse. Iban como chispas de luz entre diminutos asteroides que evitaban ágilmente para no estrellarse.

El espacio era infinito y ahora estaban seguros que iban metidos en el verdadero tiempo escuchando músicas desconocidas. Veían seres extraños de horribles formas navegando sin rumbo, igual que el polvo espacial queriendo pegarse a las estrellas.

Esas criaturas tenían ganas de atacarlos, mientras se reían semejantes a demonios. Millaray y Cajamarca les huían aumentando su velocidad de vuelo, hasta que pasaron el límite del tiempo solar, entrando a la zona donde las magias eran posibles. ahí fue cuando cayeron en un prado fresco de altos árboles, al lado de un rio que bajaba silencioso y transparente.

En ese prado el dios Are se apareció de repente.

Tenía mucha luz alrededor, mejor dicho parecía un gigantesco bombillo encendido.

Tenía una corona de oro que le daba un aspecto patriarcal, llevaba el cetro del poder en la mano izquierda, con una punta iluminada, celeste. "Mire, mire Cajamarca. el es el dios Are, yo lo sé" gritaba Millaray embelesada frente a semejante aparición. "Si, el es Are" respondió el joven sentándose en el pasto para mirarlo mejor. "Hola hijos, como están?" los saludó el dios, diciéndoles también "Caminen me acompaan para que vean como voy a crear la humanidad Muzo. Estas regiones no deben estar mas tiempo solas".

Cajamarca y Millaray no supieron que responder, pero casi corriendo y cogiéndose de las manos fueron detrás de Are hasta la orilla del rio donde el dios se sentó, contemplando a su vez las largas extensiones de tierra totalmente desérticas y agachando la cabeza en actitud creativa.

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