martes, 19 de diciembre de 2017

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 28



“Arrímese no le dé miedo. Le daré agua, es lo único que voy a hacer por usted……. y luego se va”. “Gracias”.
Esa muchacha era hija de los filisteos y todavía no tenía marido.
Llevaba una túnica larga y suave color almendra. Ponía en el aire un aroma turbador. Su cuerpo se alineaba delicioso bajo el ropaje que cubría a una mujer desnuda por dentro. Sus movimientos desordenaron al joven….. Empezó a desquiciarse frente a esa muchacha misteriosa y bella….Caminaba libre y ligera hasta la casa grande donde estaba el pozo del agua. Cogió la manila amarrada del palo, atravesado en el brocal y con una vasija sujeta en el otro extremo para llenarla de agua y abastecer los cántaros de los habitantes que allí llegaban. La hizo bajar hasta la superficie, moviéndola en impulsos para que el recipiente se hundiera y al comprobar que se había llenado, jaló la soga sin pedirle ayuda a nadie y con el rostro  rojo por el esfuerzo.
Entonces Sansón, como un rayo corrió a ayudarla y sus cuerpos se rozaron.
Sintieron estremecimientos profundos que los elevaba a espacios inexplicables y callaron felices, permitiendo que sus músculos y su sangre se electrizaran en ráfagas quemantes, confundiéndolos en una masa enardecida. Las otras mujeres se habían quedado a unos doce metros con las bocas muy abiertas lo mismo que los ojos. No perdían detalle, las miradas las tenían brillantes de envidia, y querían arrancar a correr para disputarse al muchacho. Susurraban entre lujurias y exclamaciones gozosas imaginando escenas pasionales con el recién llegado.
………Finalmente lograron subir la vasija hasta el borde del muro. La joven alcanzando una totuma cercana, sirvió agua ofreciéndola a Sansón que tomó apresurado repitiendo dos veces por la sed que tenía. La muchacha lo miraba dichosa mientras Sansón llenaba con agua la bolsa de cuero diciéndole. “Dame agua para el camello porque también está sediento. Ha corrido mucho. Ves como nos mira?
     “Cógela, sírvele toda la que necesite”, respondió ella dando vueltas alrededor del pozo.
Sansón estaba fuera de si. Confundido como nunca. Hacía esfuerzos por parecer sereno y controlado. Tiró la vasija al agua, la sacudió con certeros movimientos para que se llenara, la jaló en impulsos y con ella en las manos, la bajó del brocal vertiendo el líquido en una pequeña alberca de piedra construida al lado del pozo a donde llegaban otros camellos a beber. Después de mirar a la muchacha, caminó veinticinco metros hasta tres arbustos de tallos rojos, donde estaba el camello comiendo malezas muy despacio y lo trajo de la rienda sin ninguna resistencia.





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