miércoles, 27 de junio de 2018

CUIDADO SANSON LO QUIEREN MATAR 46




La noche empezó apacible, muy tranquila, y siguió lo mismo hasta el amanecer.
Luego de que Sansón leyera en voz alta y a la luz amarilla de la antorcha, tres páginas del Corán, y de comentar sus versículos, sintieron que debían irse a descansar para madrugar sin afanes.
Ya habían preparado sus morrales con las cosas que consideraban necesarias y también las bolsas de piel de cabra en las que llevarían agua, líquido tan vital en el desierto.
Manoa se armaría con una espada y un bastón de roble para defenderse de los animales peligrosos o cualquier otro enemigo que los quisiera atacar.
Su esposa se pondría el velo cuando llegara al país porque su belleza y sus ojos judíos delatarían muy fácil que era una extranjera, y eso les traería problemas. Lo demás lo dejarían en manos de la gran inteligencia que decidiría todo con sabiduría.
Durmieron inquietos un rato mientras llegaba la hora de salir.
Mejor dicho, casi no durmieron: volteaban de este lado, se ponían de espaldas quedándose así algunos minutos, para voltearse luego al otro lado y al otro, y bostezar, “Jjjjjjjjjjjjjj” y volver a bostezar, por tanta inquietud que tenían. Continuaron así largas horas, en medio de la intensa y bochornosa noche mientras decían bobadas en susurros.
Pero Sansón tampoco durmió porque pensaba en la muchacha.
En la hermosa joven que le perturbaba el pensamiento y el control: “Quién será?”; “Que hará?”. “ Debo hacerla mía aunque el mundo completo se me venga encima”, pensaba volteándose sobre su costado derecho:  “Nadie me la quitará; tendrán primero que matarme”, y siguió pensando cosas parecidas mientras afuera se oían chirridos largos, gritos instantáneos, cantos de pájaros nocturnos, además del electrizante calor como una estación de energía envolvente y posesiva. Como agujas invisibles perforando el cerebro.
Solo a las tres de la mañana les cogió  el sueño hasta las seis, hora en que Sansón se levantó para  alistar algunas cosas que hacían falta en el viaje.
Fue a la cocina, a la hornilla. Metió leña en el fogón y en un momento encendió un fuego que hacía volar chispas amarillas y azules reventando y desapareciendo en el aire gris de la mañana…… El humo invadió todo

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