Rematando ese desfile llegó el cacique Ibagué acompañado de su amiga Yexalen. "Desde hacía tiempos quería conocer a los dioses que hoy nos visitan, lo mismo que a los jefes indios", le dijo Ibagué a Yexalen en el oido". "Si, yo también había querido ésto. Tenemos que agradecerle a la diosa Tulima y al señor de la fuerza y del poder por haberlos traido", contestó yexalen mirando a los dioses majestuosos entre el ruido y la actividad.
Venían en un elefante lento y poderoso. Ibagué traía los regalos de las tribus Pijao a la diosa Tulima que no le había entregado.
Venía también en otro elefante el cacique Calarcá con el guayuco y el pecho ensangrentado por la lucha con las bestias después del diluvio. Su mirada era dura, franca y sonreía poco. Tenía el arco y las flechas en la espalda, y en la mano derecha llevaba una lanza de bronce. Se le habían caido varias plumas a su corona.
Los Pijaos levantaron un griterío enorme y felíz al verlos, y comprendieron que ya no entrarían mas invitados.
La diosa tulima se levantó de la roca y elevándose en el aire blanco se quedó en el centro del semicírculo de los invitados. "Gracias por haber venido dioses poderosos y jefes indios. Nos sentimos felices por su presencia. Este momento es inolvidable para el pueblo Pijao porque reunirnos no es fácil. Como queremos atenderlos bien, dejemos que el jefe del nevado, el señor de la fuerza y del poder aparezca para ver con que nos va a sorprender". La diosa no dijo mas. Bajó del aire sentándose en la roca, esperando la aparición del gigante. Mientras tanto los invitados admiraban la iluminación de la caverna. Parecía enceguecer. También quedaban perplejos viendo centenares de mulas cargadas con bultos de oro y olladas de piedras preciosas.
Allí se escuchó un sonido sordo, atronador. Todos se pusieron vigilantes para hir y protegerse. La caverna se iluminó mas y crepitó levantando polvareda.
Entre las paredes fue apareciendo una gigantesca y rara figura de hombre de catorce metros con moco de elefante, cola larga de caballo y piel de elefante. Era la misma criatura que había estado con los Pijaos, la que había levantado al cacique Ibagué en una mano y al caballo Cuminao en la otra.
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