Había mucha gente esperándolos. Levantaban los brazos, saltaban gritando gozosos viendo caer la enorme ave desde el cielo a la plaza de la aldea, trayendo entre el plumaje a Millaray y al visitante que habían visto al otro lado del río en la montaña del frente.
Vinieron en tropel alrededor del buitre viendo de cerca al hombre que les había hecho señas de humo y gestos, y como el se puso de pie en las costillas del ave, levantaron las cabezas dándose cuenta que era el respetado y poderoso Huenuman, el mago Pijao mas famoso y venerado en muchas partes de Amerindia. A el le pedían consejo en las dificultades, lo llevaban a muchos lugares para verle sus prodigios. Tenía mas de mil docientos años y curaba enfermedades, resucitaba muertos, volaba a grandes velocidades, se aparecía en varios lugares al mismo tiempo y otras cosas fantásticas que nadie podía explicar.
El ave descolgó el ala izquierda por la que se deslizó la princesa. Al tocar el suelo sonrió corriendo a reunirse con un joven moreno, apuesto de diecisiete años. Tenía una corona de plumas de pavo real, aretes de oro, un pectoral de oro brillante, un guayuco de piel de tigre y un cetro que nunca dejaba porque era el cacique del pueblo. Tenía el cuerpo pintado con rayas y manchas de colores rojo, azafrán y verde, lo mismo que su cara. Eso lo hacía ver agresivo y poderoso. Era Cajamarca. Hacía diez meses había heredado el poder al morir su padre el cacique Titamo hombre noble y valeroso que había dicho dos horas antes de morir: "Las montañas donde vivimos tienen mucho oro y piedras preciosas. Hijo mio Cajamarca no dejes que nos quiten las riquezas. Lucha por ellas y por el pueblo. Pídele a los dioses sabiduría para manejarte a ti mismo y para conducir a los hombres". Titamo cerró los ojos estremeciéndose en la estera quedando paralizado, con la boca y los ojos muy abiertos que Cajamarca cerró diciendo plegarias.
Ese joven era el pretendiente de la hija del cacique Ibagué, la princesa Millaray que estaba con el celebrando la llegada del mago Huenuman.
El gran brujo bajó sin problemas de las costillas del ave que caminó cansada hacia el bosque. Brincó debajo de los árboles llegando a una laguna donde tomó agua. Buscó su nido entre altas rocas en un monte solitario y neblinoso. Se metió en su nido de ramas, plumas, helechos y hojas que le daban blandura y tibieza. cerró los ojos quedándose dormido, soñando cosas extrañas en distintas partes de amerindia.
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