"Gnomos de la tierra y de los bosques,
genios de fuego que todo lo conoceis
decidnos quien fue el sacrílego.
Vosotros genios que estais en todas partes
atravesad los sólidos
llegad aquí con tu poder, decidnos el nombre del culpable.
Efrits, cíclopes, elfos, criaturas cuidadoras de la naturaleza ayudadnos" gritaba Huenuman azotando al hombre del helecho. "Booommmm, boooommmm, booommm"
Ya era tarde y el sol alumbraba todavía.
Despues de dos horas el fuego bramó rugiendo semejante a una bestia, se extendió en largos brazos elevándose en el aire saliendo de el una figura candente que crecío catorce metros. Su naríz era como el moco de un elefante, su boca también como la boca de un elefante y sus ojos pequeñísimos semejantes a los ojos de un buho. Tenía el pelo largo y grasiento hasta el suelo lo mismo que su cola de caballo lustrosa. Iba vestido con una larga bata de lana de ovejo y en la mano derecha llevaba una lanza que el joven Cajamarca conoció inmediatamente porque era la del gran guerrero Calarcá, su amigo al que conocía desde algún tiempo.
Todos se sobresaltaron retrocediendo frente al monstruo, pero entendiendo que al fin aparecía una de las criaturas invocadas, se recobraron recibiendo con cantos y clamores la aparición de fuego que se hacía sólida.
Era el Señor de la fuerza y del poder. El que había estado en la caverna del nevado limpiándola después del combate de las bestias. Ese gigante era el jefe del nevado y el señor de las riquezas de allí: "Yo sabía que vendrían. Estaba esperando su invocación en el fuego para aparecerme y decirles el secreto del impío. A pesar de ser el señor de éste lugar necesito la ayuda de los humanos. Gracias por haber venido y por haberme invocado" dijo el Señor de la fuerza y del poder caminando entre el grupo.
Ya habían dejado de cantar y de clamar. Estaban callados frente al fuego mirando la aparición que de pronto se sentó en el suelo. "Quemuenchatocha, el ambicioso cacique de otro país tiene la culpa" decía el gigante con el moco levantado. "Quiso hacerse dueño de las riquezas de la caverna y de las mulas cargadas de oro y piedras preciosas. Eso no puede tolerarse". Respiró hondo, sacudió la cabeza, cerró los ojos y siguió contando: "Quemuenchatocha le dijo al guerrero Calarcá que le prestara la lanza y agarrándola me la arrojó para matarme. Así quedaría desprotegido el nevado y lo saquearía. Traería a sus hombres y habría una guerra entre los pueblos. Ahora volveré a la vida a las tribus. Vengan conmigo".
El fuego se arremolinaba en los bloques de hielo saltándo y elevándose entre chispas de colores. Permanecían en el aire navegando como globos microscópicos. El grupo se levantó siguiendo al Señor del poder y de la fuerza que se paró frente a una roca de ochenta metros y abriendo los brazos, levantando la cabeza y estirando el moco, gritó fuerte: "Estoy acompañado por los humanos que me dan el poder completo, así nada se nos negará. Ordeno a las fuerzas del universo que la gran puerta de la caverna se abra inmediatamente"
Huenuman comprendió que no podían quedarse callados en aquella situación . . .
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