martes, 31 de mayo de 2011

LARVA LA MUCHACHA CON ALAS DE MARIPOSA 5



"Finalmente en un domingo frio y de mucha neblina, Mohán levantó una piedra de cuarenta kilos que arrojó por la falda del monte, dejando libre la increíble luz.

Se quedó mudo frente a una piedra brillante como una estrella en el fondo de lava y rocas.

Asombrado volteó a mirar a todos lados asegurándose que nadie lo veía, y sin perder tiempo se acurrucó levantando el diamante sin mucho esfuerzo. Lo tapó con ramas y hojas para ocultarlo y acomodándolo en su hombro se subió al caballo corriendo los veinte kilómetros que habían hasta el palacio donde muy afanado lo guardó en el rincón del sótano mas oscuro para esconderle la luz. Fabricó una habitación reforzada con hierro del país de la nieve e importó del imperio de los Chibchas, luces artificiales que instaló por habitaciones y salas para engañar a los visitantes. No imaginarían que una piedra preciosa fuera la fuente de tanta luz".

"Despues de cuarenta siglos" relataba Cox con los brazos cruzados "Cuando Mohán fue llamado a la corte de la diosa Madremonte para trabajar en un proyecto de rayos y terremotos, hubo un cataclismo donde el mago tenía el diamante. La tierra se abrió tragándose el palacio, los animales y muchos hombres. Cayó agua como no había pasado desde el diluvio y rios de lava hirviente arrastraron el diamante quiensabe a donde.

Esa pérdida enfermó a Mohán que se quedó en la selva con la cabeza agachada y la mirada perdida. Le dieron fiebres y alucinaciones insoportables, veía fantasmas bajando de los árboles atravesándole el pecho con espadas de fuego para robarle el diamante. Casi bota el hígado y los intestinos en sus vómitos. Espasmos increíbles lo hacían temblar en convulsiones. Chocaba los dientes sin decir ni una palabra porque el cerebro también le dejó de funcionar.

Un mes después hablaba con seres imaginarios que lo acosaban atormentándolo, mostrándole diamantes. Se reía solo mientras la baba se le escurría de la boca cayendo al suelo. Fué ahí cuando Madremonte le ofreció una habitación en su palacio donde podía vivir. El, sin entender mucho de lo que pasaba en el mundo, se acurrucaba en los rincones con la mirada temerosa. "Ha perdido el juicio" murmuraban las mujeres caminando afanadas encontrándolo desnudo y bobo en los pasillos y las salas.

Pasó el tiempo, como tres años, hasta que por fin los cuidados de la diosa Madremonte, sus palabras y caricias, lo recuperaron, pero sin haberle logrado curar el penoso recuerdo.

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