Pasó el tiempo como tres años, hasta que por fin los cuidados de la diosa Madremonte, sus palabras y caricias lo recuperaron pero sin haberle logrado curar el penoso recuerdo.
"Y que pasó despues?" interrogó un niño. "La lava que había corrido por valles, selvas y llanos, al pasar por ésta montaña, dejó incrustado el diamante en la grieta de una roca.
cuarenta dias después, en una noche tibia, salí de mi caverna a estirar los músculos y a tranquilizarme porque no dormía. De repente vi una luz muy brillante saliendo de entre las piedras, extendiéndose entre la maleza y los árboles. De inmediato bajé para conocer el fenómeno, descubriendo el diamante en la arena junto al tronco de un árbol como un sol de colores. Lo cogí cargándolo hasta aquí sintiéndome perseguido por miles de fantasmas. En éste momento el diamante está seguro porque nadie entra aquí sin mi permiso. Soy el jefe de la montaña, el magnate poderoso, el único que da las órdenes en el bosque, de modo que de ninguna manera se perderá. Hace tiempos esa piedra es mia pero ahora será para Larva, la mujer que me he robado en la ciudad". "Larva?" preguntaron los jovencitos. El gigante no contestó. Tocó otra vez la piedra mientras cerraba los ojos, y levantándose agarró una servilletas con las que frotó la piedra.
Los muchachos miraban las velocidades atómicas del profundo espacio pétreo que les parecía misterioso e incomprensible. Caminaron mirando todo. Vieron una nevera llena de comida entendiendo que el hombre viajaba a la ciudad. Fueron atrás de la caverna descubriendo un salón tallado y una garganta labrada y pulida en la misma roca. A un lado del salón vieron un helicóptero de color verde selva que podía camuflarse en cualquier lugar por su color y tamaño. Era un aparato silencioso y velóz para tres personas. Descendía en espacios pequeños y se elevaba con movimientos parecidos a los de un colibrí. No tenía hélices, pero sí pequeños y poderosos tubos de propulsión que le daban potencia extraordinaria. Parecía una mosca gigante sin alas. Sus luces atraían las miradas de la gente en las noches, cuando aseguraban que se trataba de un ovni llegado de Neptuno. Desarrollaba velocidades algo menores a las de la luz que permitían a Cox ir a cualquier lugar del mundo en poco tiempo. Lo había comprado en una feria internacional de la ciencia espacial en los paises Latinoamericanos. Ningún visitante había podido comprarlo por su alto precio, pero cuando Cox lo vió, firmó un cheque para ser cobrado en Bogotá. A los dos dias el hombre ya estaba recibiendo capacitación en el país de la nieve. Sin duda se haría un experto.
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