jueves, 16 de noviembre de 2017

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 23



“He aquí que tu eres estéril y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo.
Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda.
Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y el comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos”.
Ella quedó asombrada por aquel mensaje tan revelador. Perdió momentáneamente la voz por la sorpresa y lo inesperado del suceso, pero en cambio una intensa alegría nació en su pecho porque siempre había querido tener un hijo. Miró al joven fijamente varios segundos sin acertar a decirle nada y el, finalmente desapareció en el aire como una llama que se apaga de repente.
Dudó y dudó de todo. Corrió enfebrecida desde el pozo hasta la cocina y de un lado al otro, muy nerviosa, entrando también a las habitaciones en estado de gozo, de dicha inexplicable, totalmente fascinada.
No sabía si decirle a su marido lo que le había pasado o quedarse callada….. Así se estuvo desde las nueve de la mañana hasta por la noche cuando se fueron a acostar. Ese día fue para ella bello, encantador y contradictorio. No lograba definir ni dar explicación al acontecimiento que la mantenía completamente exaltada por lo increíble que había sido.
De repente e incapaz de tener semejante secreto para ella sola, le dijo a Manoa:
“Un varón de Dios vino a mi, cuyo aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera; y no le pregunté de donde ni quien era, ni tampoco el me dijo su nombre”.
Y me dijo:
“He aquí que tu concebirás, y darás a luz un hijo; por tanto, ahora no bebas vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda, porque éste niño será nazareo a Dios desde su nacimiento hasta el día de su muerte”. “Como, que dices?” Le respondió su marido. “Era un ángel del cielo. Era transparente, bello y luminoso como una estrella. Volaba sobre el pozo cuando yo sacaba el agua para lavar los platos y la ropa que estaba tan sucia”, relataba Mara muy nerviosa estrellando las palabras en su boca, y que al final caían desvanecidas en el piso. “Verdad?”.




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