Era transparente, bello y luminoso como una
estrella. Volaba sobre el pozo cuando yo sacaba el agua para lavar los platos y
la ropa que estaba tan sucia”, relataba Mara muy nerviosa estrellando las
palabras en su boca, y que al final caían desvanecidas en el piso. “Verdad?”.
Manoa estaba incrédulo por todo lo que oia. Se
enderezó un poco, recostando la cabeza en la pared, permaneciendo acostado al
lado de su mujer que lo miraba intensa para ver que le contestaba o que
reacción tenía; sintió que el sueño se le espantaba por completo.
Ella también pensaba y pensaba sin lograr
comprender el verdadero significado de la visita que había tenido. Cayó en
cuenta de algo, y sin esperar a mas, se concentró en su corazón para tener contacto
con el todo. Así permaneció largo rato, mientras Manoa la observaba en silencio
entre algunas luces de la luna que de algún modo entraban a la habitación. Una
hora mas tarde experimentó una serenidad y una paz que le daban dicha inmensa………
finalmente le llegó un sueño profundo.
Manoa se levantó entonces con cuidado para
no despertarla, caminó por la cocina y salió al corredor dando vueltas por ahí.
Finalmente se sentó en la banca de madera pero instantáneamente se volvió a parar
volviendo a sentarse y a ponerse de pie todo en un instante. Caminó ahora junto
al pozo y se asomó a el, miró a lo hondo los reflejos cambiantes sobre el agua que
daban la luna y algunas estrellas y de nuevo regresó a la casa con la incertidumbre
viva, palpitante
Fue junto a Mara recostándose otra vez
lentamente para no incomodarla y quedándose despierto hora y media hasta que
finalmente a las tres y veinticinco minutos de la mañana se durmió por el
cansancio y el sueño que lo agotaba.
Durmió cuatro horas que fueron bastantes
ante semejante acontecimiento.
Al despertar eran las siete y pico de la
mañana y los pájaros también estaban enfebrecidos cantándole al sol, y a la luz
que les regalaba
Los
gallos descansaban después de su despertar y de sus himnos a la mañana. Su
mujer hacía pereza sin querer levantarse. Tenía los ojos muy abiertos y una
actitud de desconcierto que no se le iba de su cuerpo. Manoa le dijo “Comuniquémonos
con el Uno para que el ángel que viste, regrese aquí. Quiero verlo y hablar con
el”.
La bella mujer en silencio le dio una mano a
su marido, cerraron los ojos eliminando los pensamientos y dejando que el
corazón se encontrara con el todo.
Lo activaron tanto y tan simultáneamente,
que en poco rato sintieron transportarse a estados de gran alegría y
discernimiento pero no pasó nada en relación con el ángel. Solo sabían que
debían esperar y por eso se levantaron para hacer los oficios de la mañana y
para preparar el desayuno.
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