Después de mirar a la muchacha, caminó
veinticinco metros hasta tres arbustos de tallos rojos, donde estaba el camello
comiendo malezas muy despacio y lo trajo de la rienda sin ninguna resistencia.
El cuadrúpedo, cansado y sediento, sin ganas
de caminar, bajó la cabeza a la alberca llena, y se aplicó a beber, tomándose
toda el agua en menos de un momento, sin detenerse ni siquiera para volver a respirar.
Sansón, muy aplicado en lo que hacía, le llenó la alberca otras dos veces hasta
que el camello resopló satisfecho retirándose a un lado entre los arbustos, buscando
la tranquilidad, el sosiego que necesitaba. luego acercándose a la joven la miró
directo a los ojos diciéndole “Gracias, eres muy amable”.
“No es nada. . .pero ahora
donde vas?” “Creo que vuelvo a Israel para venir con mis padres. Tienes marido?”. “No. Soy virgen”.
“Tienes pretendientes?”. “Si, pero no he encontrado el hombre que me guste. Puedo
volver a verte?”. “Si, aquí mismo cuando regrese con mis padres. He decidido ir
por ellos para que me acompañen en éste país y para que los conozcas”. “Luego
no acabas de llegar?”. “No importa. Ahora siento que deben estar aquí porque
algo importante va a pasar en mi vida.” “Eres así de apresurado? “Si.” “Bueno, entonces
vete. Ha sido una dicha conocerte. Todos los días vengo a éste lugar. Aquí me
encontrarás. No faltes.”
Volteó a mirarlo con una deliciosa sonrisa
de deseo. Inventó una carrerita traviesa hasta que se encontró con sus amigas a
las que dijo en secreto “Este es el hombre que tanto he buscado y que al fin
llegó. Sé que también yo le gusto. Estaré todos los días aquí para verlo otra
vez, sé que no fallará, lo presiento.”
Miró atrás de nuevo, caminando coqueta junto
a las otras mujeres que también le echaban ojeadas voluptuosas al joven mientras
reían y hablaban cualquier cosa. El se había quedado estático contemplando a la
muchacha que finalmente desapareció con
el grupo de amigas en una callecita angosta y empedrada donde habían casas
pequeñas de piedra blanca con techos de hojas de palma y bancos de piedra donde
la gente se sentaba a descansar por las tardes al caer el sol.
Sansón quedó hecho una sedita.
La muchacha lo había marcado con fuego.
Fue tal su caos y su deseo de ser el dueño
de la joven, que sin dudar le dio mas agua al camello diciéndole “Vámonos Dock,
regresaremos a Israel porque mis padres deben volver conmigo aquí, en menos de
un tiempo”.
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